Allá, en tiempo de
Freud
La
formación de los analistas insiste como pregunta. Resuena desde los inicios del
análisis mismo respecto de la apuesta freudiana que sostenía la transmisión de
un método clínico a partir del pasaje por la experiencia analítica. Pero eso no
ha excluido además la dimensión epistémica de la formación, que implicó para
Freud y los pioneros, teorizar, reunirse y por qué no, escindirse a partir de
las diferencias teóricas y de rumbo que habría de tomar el psicoanálisis. Para
dar un breve ejemplo del tema, voy a tomar dos pequeñas referencias que
encontré en Las circulares del comité
secreto. En la circular del 21 de febrero de 1921, Rank responde a una
carta enviada unas semanas atrás por Ernest Jones, donde este le comentaba
acerca de irregularidades en la práctica por parte de personas que se nombraban
analistas sin haber recibido ninguna formación al respecto. Rank le responde:
“Aprovechando la ocasión, quisiéramos hacer la observación, querido Jones, de que
si bien nos alegramos de la celosa protección contra el análisis lego salvaje,
lamentamos que así se descuide la protección contra el análisis lego salvaje de
los médicos. A nosotros este punto de vista nos parece inadmisible y jamás lo
vamos a aceptar. Después de todo el público puede protegerse solo contra el
análisis ejercido por los legos, mientras que no puede ser advertido del
análisis lego que practiquen los médicos. Tampoco nos parece válido “registrar”
el nombre, ya que también los junguianos podrían
reclamar el derecho a llamarse psicoanalistas.” (1921, 55) Como vemos, en 1921
con un psicoanálisis en ciernes, la pregunta por la dimensión epistémica no
podía descontarse de una política en juego. Que autoriza a alguien a nombrarse
analista es una pregunta que insiste y que atañe a la institución analítica.
Por
otro lado, en estas mismas Circulares, hay varias referencias de pedidos
de analistas que no se encuentran en Viena, de que se realicen encuentros para
conversar sobre cuestiones técnicas. Y surgen de estas cuestiones inherentes a
los problemas de la práctica, la pregunta acerca de los temas a debatir y
conversar. En una carta del 2 de noviembre de 1920, Jones le responde a
Abraham: “Comparto tu opinión de que los “sueños de batalla” no serían un tema
adecuado para una discusión general. Pero me temo que ninguna cuestión
psiquiátrica podría interesar a nuestro grupo, ya que nadie excepto Stoddart tiene experiencia en demencia. ¿Qué te parecería
alguna materia de técnica terapéutica sobre cómo afrontar las especiales
dificultades que surgen en la práctica?” (1920, 114)
La
formación de los analistas entonces implicaba interrogar los problemas de la
práctica, dados los obstáculos que se ponen en juego a la hora de hacer entrar
en la partida esa tarea imposible que es analizar. En 1925, en el Prólogo al
libro de Aichhorn, Freud dice: “Tempranamente había
hecho mío el chiste sobre los tres oficios imposibles- que son educar, curar,
gobernar, aunque me empeñé sumamente en la segunda de esas tareas.” (1927, 296).
Casi al final de su vida, en “Análisis terminable e interminable” (1937) Freud
reemplaza el curar por analizar. Y destaca que este imposible se refiere a que
“se puede dar anticipadamente por cierta la insuficiencia del resultado.”
Lacan
retoma esta referencia freudiana en el Seminario 17 y ubica esa tríada a
partir de la distinción entre lo imposible y la impotencia. Destaca que tal
como Freud nos enseñó hay tres profesiones imposibles y señala que si nos
interesa el asunto es porque lo imposible es lo real. De modo tal que, el poder
de los imposibles es, el poder de lo real. Un real que circunscribe el campo
del goce. Un real que se escabulle en los intersticios de la enseñanza y que aún así nos esforzamos por hacer transmisible, en una
apuesta cada vez, a que el análisis no devenga una práctica inefable.
Las formaciones del
analista al uso nostro
Argentina
es peculiar en muchos aspectos. Uno de ellos es, sin dudas, el lugar que el
psicoanálisis ha logrado en el entramado social. A diferencia de otros países
donde el psicoanálisis tiene vedado el ingreso a las instituciones del Otro
social, en Argentina el psicoanálisis forma parte de la enseñanza
universitaria, de las instituciones ligadas a la Salud –sobre todo en el ámbito
público tales como hospitales, Centros educativos terapéuticos e incluso en la
llamada Educación especial– así como también en el arte y la cultura en
general. Es una práctica que se ha instaurado en lo social, y no ha quedado
reducida a un pequeño grupo interesado en el asunto. Contamos además con varias
escuelas de psicoanálisis y con un gran número de instituciones psicoanalíticas
de diversa índole. La polifonía de voces atraviesa nuestro territorio, algunas
logran hacerse oír más que otras, pero a fin de cuentas, en la medida en que el
psicoanálisis se entrelazó con la universidad y con el hospital, esto ha dado
lugar a un movimiento diferente a lo acontecido en otros lugares. En Argentina
es posible formarse en psicoanálisis –hablando en términos generales– en
instituciones sumamente diversas. Creo que esto le da al psicoanálisis de estas
tierras algunos rasgos que nos son propios. Uno de ellos, creo, es que el
psicoanálisis en extensión para nosotros es lo cotidiano. Muchos practicantes
del psicoanálisis, somos convocados a dictar seminarios en universidades, a
supervisar en hospitales y dispositivos diversos de abordaje, a dar clases o
comentar ateneos clínicos, a participar de la formación de los residentes en
salud mental. En palabras de una colega querida –Tomasa San Miguel– sería
importante que el psicoanálisis reconozca lo que le debe a la universidad y al
hospital en nuestro país. Lo interesante de este asunto es que, entramados a
las condiciones de la práctica, nuestros interrogantes no pueden más que
reformularse una y otra vez, acordes a las transformaciones que se producen en
nuestra sociedad.
Mi
formación y la de muchos otros está impregnada de esos caminos: el encuentro en
la universidad con algunos analistas que hacían de sus clases la verificación
de la puesta en acto del deseo del analista, porque la rigurosidad teórica no
ha de confundirse con el discurso universitario, ni la imprecisión teórica con
libertad respecto a los significantes amo. También está impregnada del
hospital, de los encuentros con los locos, de la necesidad de inventar donde
parece que no hay con qué, de ganarle terreno a la vulnerabilidad apostando a
una escucha que no deviene conmiseración religiosa ni cinismo desentendido. Del
desafío en la clínica con niños graves, donde otras teorías parecen estar
ganando la partida y se bastardea al psicoanálisis como una práctica carente de
eficacia. Del pasaje por un análisis que me permitió pararme del lado de la
vida.
Del
encuentro con otros que, a partir de una política del lazo, intentamos no
dejarnos despedazar por la rivalidad que a todos nos habita y hace peligrar la
trama.
¿Por qué una formación en
una institución analítica? ¿Por qué la Escuela?
Quiero
detenerme ahora brevemente en dos sesgos: la formación ofrecida en los Foros a
través de lo que damos en llamar Colegio Clínico y el dispositivo del cartel, a
los fines de pensar la política sobre la que se sostiene nuestra Escuela y como
se verifica allí. Del primero diré que si bien tiene sus bases en cada Foro y
del que pueden participar todos aquellos que se interesen por una formación en
psicoanálisis, dicha formación se orienta hacia la Escuela, o si ustedes
quieren no puede desconocer los principios que la fundan. Del segundo diré –siguiendo
a C. Soler–, que el cartel es el dispositivo por excelencia de la Escuela,
aunque añadiré que no se repliega sobre ella, ya que del dispositivo del cartel
pueden participar miembros del foro que no son miembros de escuela, e incluso
quienes no pertenezcan ni al Foro, ni a la Escuela. En mi caso, como en el de
muchos otros, el cartel fue puerta de entrada al Foro y a la Escuela.
En
este sentido, me parece interesante que esa pluralidad y diversidad del
dispositivo del cartel, sea huella y camino
para la formación que se traza en el Colegio Clínico. Que se constituya
en un espacio donde los AE, los AME, los analistas practicantes miembros del Foro
y los que sin pertenecer a una institución, pero que se analizan, supervisan y
abogan por una formación que se oriente por ciertos lineamientos de Escuela,
puedan encontrarse en un intercambio vivo que ponga al trabajo nuestras
teorías, que no nos permita dormirnos al amparo de los dogmas, que haga del
acto analítico nuestra traza para no burocratizarnos en una enseñanza vacía y
sin incidencia.
En
el libro El psicoanálisis frente al pensamiento único –libro que surge
tras la escisión respecto a la AMP– Colette Soler se pregunta dadas las crisis
reiteradas de las instituciones. ¿Por qué una institución analítica? Y dice que
los pragmáticos podrían responder para asegurar la formación y para
garantizarla. Pero ella da un paso más, y dice que “es la naturaleza misma del
discurso analítico, que induce al agrupamiento de los analistas, pues el acto
analítico no puede afrontarse ni sostenerse solo” (Soler 2000, 249). Agrega que
cuando se trata de analistas, los atolladeros de la formación quedan elevados a
la segunda potencia y por eso Lacan inventó la Escuela, que no ha de
confundirse con los proyectos educativos. Entonces, formación paradójica si las
hay, porque “la verdadera formación sería entonces la que, para velar por ese
lugar del acto, logra precaverse tanto de la rutina como de la imitación, y
prepara al sujeto para obrar sin el Otro”, porque “el psicoanálisis no es la
práctica de una doctrina cualquiera, y el psicoanalista no es un profesional
como los otros” (Soler 2000, p. 250)
¿Entonces,
cómo ir hacia una formación que no tenga en sus fundamentos la canallada del
Uno garante? ¿Cómo hacer que la llamada transmisión del psicoanálisis, no
devenga la voz de algunos pocos? ¿Cómo hacer entrar que los lugares no son de
las personas, que la permutación es principio de nuestra Escuela? ¿Cómo jugarlo
en acto, sin que se desate la tormenta perfecta? ¿Cómo hacer finalmente con el
narcisismo de las pequeñas diferencias? ¿Cómo hacer, para enlazarnos cada vez,
a partir de un no-saber que cause al trabajo? En fin, sabemos que no hay
garantías, pero hay apuesta. Esa apuesta requiere no limitar las lecturas de lo
que acontece a nivel del malestar, a meros conflictos imaginarios. Es una
banalización creer que solo se trata de lo imaginario como escollo. Seguramente
hay de eso, pero sobre todo hay de las transferencias usadas para el ejercicio
de un poder; hay de las dificultades respecto de la abstención, cuando las
cuestiones de Escuela se inmiscuyen en los análisis y atañen a la posición que
cada quien podría tomar sobre cierto asunto. Eso, no puede reducirse a lo
imaginario. Por el contrario, eso atañe a la posición del analista, en la
medida en que sus analizantes son parte de la Escuela; atañe a cada AME, AE o
analista practicante que tiene la responsabilidad de abstenerse de mover los
hilos que la transferencia ha tendido. E implica por sobre todas las cosas,
tener en claro cuál es la política y la ética que nos orienta, porque el lazo
no resiste cualquier embate y porque cuando alguien se erige como garante, eso
no tiene otro nombre que la canallada. La garantía ha de estar en los
dispositivos, no en las personas. Garantía que no es infalible, por el
contrario, ya que en la medida en que el inconsciente es la política, no nos
queda otra que hacernos incautos de ese inconsciente.
Del (a)lfabeto a “una” escritura
Hay
cosas que no se enseñan, pasan en acto. Las recibimos sin saber cómo y quizá,
durante mucho tiempo, quedan a la deriva o en espera. Alguien nos enseña el
alfabeto, esos garabatos que un día nos sorprenden, mutan y pasan de ser tan
solo un trazo sin sentido a devenir palabras, textos, escrituras, marcas a ser
leídas. Pero el alfabeto no garantiza la literatura, aunque es parte esencial
del asunto. Para que el escribiente devenga escritor, autor, es necesario un
salto sin red, avanzar en un terreno inseguro, soportar no saber de qué va la
cosa, dejarse escribir.
La
formación del analista comparte algo de ese pasaje. Por un lado, porque no
basta aprender la teoría, es necesario el pasaje por la experiencia del
análisis, y aun así, es preciso un paso más que lleve a desasirse del lazo
transferencial, como último reducto para sostener al Otro, la caída del objeto
que sanciona la destitución subjetiva y el advenimiento de un deseo impuro que
no ha de caer ni en la ética de los bienes, ni en el utilitarismo, pero tampoco
en las buenas intenciones. Deseo del analista problemático, porque solo opera
en su función de corte soportado en el acto mismo, al tiempo que se escabulle
cuando se lo intenta cernir más allá del dispositivo analítico.
Pero
además es preciso recordad que, porque el analizante habla, hace poesía. Y el
analista tiene ocasión de equivocar lo escrito y posibilitar que eso se escriba
de otro modo. Un modo que no es necesariamente, de finales felices, pero que
permite a cada quien hallar su hebra, tejer su trama, esa que hace que el cuerpo consista en la
vertiente del deseo.
Vuelvo
al Psicoanálisis frente al pensamiento único, a su valor inaugural e
instituyente para pensar la política que nos orienta, vuelvo porque allí está
esbozado aquello que siempre nos acechará: el empuje al Uno que se instituye y
pasa a encarnarse en un jefe al cual habría que responder. Colette Soler dice
que “No hay ni habrá nunca igualdad de los poderes transferenciales porque, en
lo esencial, este es un asunto de afinidad entre los síntomas. (…) Pero si
quieren compensar las tensiones competitivas que esto genera (y yo soy
partidaria de hacerlo) a mi juicio solo hay un buen método. Se resume en tres
palabras: cartel, pase y verdadera permutación (pero habría que precisar la
magnitud de lo que se puede permutar) El resto es abuso.” (Soler 2000, p.179)
Bibliografía
-Freud, S. (1991) Prólogo al libro de Aichhorn [1925] OC. Tomo
XIX. Buenos Aires: Amorrotu
-Freud, S. (1990) Análisis terminable e interminable
[1937]. OC. Tomo XXIII. Buenos Aires: Amorrortu.
-Lacan, J. (1992) El seminario 17. El reverso del
psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.
-Soler, C.- Soler, L.- Adam, J. -Silvestre, D. (1999)
El psicoanálisis frente al pensamiento único. Historia de una crisis
singular. Buenos Aires: JVE- FARP
-Wittenberger, G.- Tögel, C. (editores)
(2000) Las circulares del Comité Secreto. 1913-1920. Vol. I. Editorial
Síntesis.
-Wittenberger, G.- Tögel, C. (editores)
(2000) Las circulares del Comité Secreto. 1921. Vol. II. Editorial
Síntesis.