Psicoanálisis a la altura de la época o acto psicoanalítico que ponga al sujeto en cuestión: ¿una contradicción?

 

Política de lo real

Partir de la distinción del goce, como satisfacción de la pulsión imposible de ligar en su totalidad por lo simbólico, de aquello que, en tanto plus de goce, se intenta recuperar aunque esté perdido por estructura, nos puede permitir responder por los principios éticos del deseo del analista, es decir, por su política. Su pago político exige el mínimo posible de libertad tanto en cada cura como en extensión, fuera del consultorio, en todos los ámbitos que pueda ocupar. Los principios que rigen su presencia apuntarán al lazo, a la palabra, como modo de evitar el agieren por fuera del rodeo que implica todo intercambio simbólico. Por eso, creemos importante abrir un primer interrogante sobre los alcances del tratamiento que esta distinción implica en cada uno de los discursos formalizados por Lacan. ¿Qué efectos tiene cada discurso, y particularmente el capitalista, sobre el goce real del síntoma?

En el Seminario 19, en su última clase, Lacan va a proponer, tomando un término muy utilizado en la época, la palabra “hermano” para interrogar de qué se trata, más allá de ese contexto y en el discurso analítico, el otro como tal. Se pregunta si el “patrón” puede ser hermano del proletario y de esta manera interroga también la posición del analista. Pero ahí mismo, Lacan también nos advierte sobre los “retorcimientos” que, a nivel del discurso, del decir, podría tener esta acepción de “hermandad”: “Es alrededor del que uniega, del que dice que no, que puede fundarse, [..] todo lo que hay de universal” (Lacan, 1971-1972), pero, si de los cuerpos se trata, cuando retomamos el término hermano, las cosas -dirá- vuelven al plano de los “buenos sentimientos”, allí donde lo que se enraíza, en la fraternidad de los cuerpos, más bien es el racismo.

 

Extraer las consecuencias respecto de los derechos del hombre, la relación a su propio cuerpo, y  los tratamientos de goce, nos invita a pensar lo que podemos llamar- haciendo alusión a la frase “niño generalizado” que Lacan emplea hacia el final del texto “Alocución…” para hacer referencia a lo que en esta época se vislumbra como un empuje a ser “eternamente joven”- el sujeto generalizado: el discurso capitalista intenta unificar las formas de gozar colectivas, sin embargo, si entendemos lo social atravesado por la lógica discursiva, donde hallamos en su matriz la falla lógica e irreductible del discurso, y es justamente aquello que no puede generalizarse lo que lo sostiene, ¿Cómo pensar  la relación -y tensión- entre psicoanálisis y política, teniendo en cuenta la lógica de los discursos, pero especialmente considerando lo dicho por Lacan en “Televisión” respecto a que el psicoanálisis es la “salida” del discurso capitalista? (Lacan, 1973). Si la política no puede ser pensada más allá de cierta comunidad de lazos y para el psicoanálisis, siguiendo a Lacan, el inconsciente es la política (Lacan, 1966-1967) ¿cómo sostener la intervención del psicoanálisis en lo inevitable del “entre” de nuestros consultorios y aquello que emerge en la cultura? Si lo social, cuya estructura escapa a la generalización, se resiste a dejarse abordar por la política -que tampoco nada quiere saber sobre el vacío estructural del sujeto- ¿es posible pensar la justicia social -en distinción con la masificación de las formas de goce- sin desmentir la imposibilidad de la “justicia distributiva”? Y finalmente ¿qué efecto de transformación -si lo hay- opera en el sujeto y en los lazos sociales que sostiene?

Para comenzar a pensar algunas de estas cuestiones, vamos, en primer lugar,  a proponer un recorrido en donde analicemos algunos de los tratamientos colectivos del goce y lo que Lacan denomina “segregación estructural”,  para poder diferenciar dicha segregación de lo que podemos llamar el segregacionismo, y luego intentaremos describir, respecto de nuestra cultura capitalista y globalizante algunas cuestiones: en principio, aquello que comprende las consecuencias del clamor post estructuralista que exige igualdad, el derecho al derecho. A posteriori, lo que constituye el ascenso del canalla al poder, tajantemente diferenciable de las consecuencias en la cultura, de todos aquellos que perplejos ante una voz absoluta, recitan la palabra del Otro: Dios; y finalmente interrogar sobre la posición del psicoanálisis, particularmente en lo que respecta al malestar propio de nuestra época.

 

Tiempo lógico: la segregación estructural

Vamos a considerar, en primer lugar, la lógica que Lacan propone para leer, en principio, los fenómenos estructurales de segregación, y que nos permite operar cierta torsión con la lectura freudiana de “Psicología de las masas…”. Freud nos invita a pensar la estructura elemental del grupo y el establecimiento del lazo social en la fundación del asentamiento pulsional de la identificación. Tanto el amor como el odio, dirá, resultan “unitivos” en la masa, incluso cuando ese odio en común queda ligado a una identificación segregativa con el líder.  Con Lacan hallamos en un texto muy temprano, “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada”, la posibilidad de repensar esa lógica colectiva, a partir de tres tiempos lógicos en donde se articula el sujeto y el Otro social y que entonces podría explicar la lógica que responde a la “común medida” del sujeto recíproco.

Hacia el final del texto, Lacan intenta mostrar, a modo de ejemplo y a partir de la afirmación “Yo soy un hombre”, cómo los sujetos se reconocen entre sí, a partir de “no saber” y es a posteriori, precipitadamente, como aparece la afirmación. A diferencia de la formación de masa detallada por Freud, en donde el amor y el odio finalmente quedan anudados a la figura del líder a quien la masa se identifica, aquí se parte de aquello que se rechaza por lo que no es, de un primer rechazo pulsional. Esta perspectiva nos invita a pensar otro modo en la lógica colectiva: la amenaza de un rechazo primordial, que en términos de goce se puede considerar como un rechazo a todo aquel que no es o no goza de la manera que lo hago yo: “Movimiento que da la forma lógica de toda asimilación “humana”, en cuanto precisamente se plantea como asimiladora de una barbarie, y que sin embargo reserva la determinación esencial del “yo” (je)” (Lacan, 1966).

Entonces, es posible considerar en primer lugar una segregación que es estructural al malestar en la cultura. Lacan ha llamado así a esto que ya había sido vislumbrado por Freud: cada sujeto tiene su propio modo de satisfacción y ese modo singular de goce escapa a la formación de masa. Por eso, allí donde se producen las formaciones de masa, se producen efectos entre los cuales, se encuentran los fenómenos de segregación -o segregacionismo- Ese efecto se visualiza en la segregación del sujeto en tanto singular.

Colette Soler lo señala de una manera muy precisa en su texto “Lo que queda de la infancia”: “la segregación es solidaria de la conjugación de dos fenómenos: la degradación de los lazos sociales y los derechos del hombre” (Soler, Curso 2012-2013), y explica que el tratamiento que en la actualidad se hace de aquello que queda unificado  en “el todos” -allí donde cae el lazo social- es mediante la división real del espacio. Fenómeno del ex-tranjero, del extraño, un tema tan actual en nuestros tiempos. Esto significa entonces que el lazo social, lejos de propiciar el “somos todos iguales” lo que genera, como efecto, es lo inverso: no todos somos iguales y desde allí la posibilidad de una autoridad consentida, como señala Soler. Entonces ¿se puede pensar en una comunidad que no remita a la identidad y a los “buenos sentimientos”?

Actualmente somos confrontados a la idea cada vez más firme respecto de los “derechos” del cuerpo: los derechos a su uso y libertad para hacer con él -y con el de los demás- un empleo singular. La llamada “libertad de elección” aparece como ideal de estos derechos cada vez más extendidos. En este sentido, la ciencia, al igual que el discurso religioso, no hacen una separación tajante entre el saber y la verdad, apareciendo entonces como opción ideal para el “goce absoluto”. El capitalismo efectivamente promueve muy bien el “individualismo”, empujando al sujeto a no ser más que “uno entre otros” (Soler, 2011-2012), pero con la peculiaridad de estar más o menos condenados a la soledad. Así, los sujetos y cada vez con mayor insistencia, nos vamos ubicando en ese lugar del “yo”, del trabajador que debe “vender” su trabajo, individualizado. Ese individuo que puede leerse como el que dice “yo”: “yo soy yo” (Lacan, 1968-1969) que aparentemente no le debe nada a nadie, rompiendo de esta manera con las generaciones. En este punto, el discurso capitalista -discurso que Lacan aclarará que justamente no hace lazo-, aparecerá como una dialéctica de expulsión del sujeto, pero que paradójicamente “vende” la idea de “liberación”, “autosuperación” y diferentes formas de bienestar, que dependen, además, de su propia “productividad”. Diferentes versiones de la meritrocracia.

La clínica analítica que se practica en un contexto cultural se inserta en una dialéctica indisociable en la que no hay clínica sin cultura, tampoco viceversa. La categoría que Lacan supo rescatar de Aristóteles, lo real como aquello que se opone a lo simbólico y al sentido, que vuelve siempre al mismo lugar y es sin ley, es específica del análisis. Excepción que funda una política novedosa que induce transformaciones en la dialéctica antes mencionada. Por ello, situar el contexto cultural en el que se inserta la clínica podría permitirnos diferenciar variadas políticas de lo real que articulen una orientación doble del análisis, cuando se desarrolla en intensión, es decir cada cura propiamente dicha, y cuando se desarrolla en extensión, como presencia entre los discursos actuales, discursos muchos de ellos que pujan por apropiarse de lo real, desmintiéndolo del mismo modo que lo forcluyen.


Polis digital: la despersonalización del sujeto

La cuna de nuestra cultura se remonta al surgimiento de las Ciudades Estado griegas, la Polis. La creación de la democracia, primero el gobierno del pueblo de forma directa y luego por medio de sus representantes, constituyen los antecedentes fundamentales que luego alcanzaron la expansión globalizada de nuestra cultura actual. En el marco de dos revoluciones, la francesa y la industrial, surge el psicoanálisis. Controvertido por incluir a las dos afrentas, la ciencia y al narcisismo de la humanidad, una tercera: el inconsciente. En la actualidad, sopesamos las consecuencias de una tercera revolución que determinó el surgimiento de la llamada era digital. El sujeto de esta era se encuentra observado y controlado para extraer un registro de los significantes, “Keywords” para dirigirle un marketing exponencialmente despersonalizado. Sugerencias interminables producto de un algoritmo computarizado que trasciende las fronteras de Google, Netflix indica con un porcentaje del deseo del usuario un listado de contenidos que se reproduce automáticamente si no es cancelado antes de la finalización de un breve lapso de cuenta regresiva.

Se podría delinear una política que obtura lo real antinómico del sentido exigiendo desde un imperativo explícito: ¡exige tu derecho al goce! En él se ocultan tanto el derecho al derecho, la igualdad renegatoria de la singularidad, la oferta infinita de objetos que suturarían sin intervalo posible cualquier falta y el poder canalla que sabe cómo se vive la vida. Aún el síntoma entendido como trastorno es incluido dentro de esta pendiente dejando poco resquicio para el síntoma que interesa al análisis. El complejo por el que la solución es un compromiso que desgarra de forma irreconciliable al ser, que padece de un cuerpo extraño en su yo, es valorado desde Freud por un discurso que recoge lo que al amo antiguo no interesa, pues la cosa aún marcha.


Otros modos de habitar la Polis.

El discurso analítico opone una política, más precisamente oferta un modo distinto de habitar la polis siempre tendiente a la satisfacción de los deseos primordiales del ser hablante sin el mínimo miramiento, saciar todo placer que le venga en gana, desconociendo que el deseo inconsciente que nos legó Freud nos es de la concupiscencia. Por medio de la investigación analítica se reveló insostenible una vida vivida al servicio del principio del placer. Jaque mate fundamental al imperativo categórico actual de exigencia de satisfacción en la que también se extenúan los canallas, por no contar con más recursos para abordar lo real de la pulsión. Objeto “a” como plus de goce que permitiría la recuperación de aquella satisfacción absoluta perdida en tiempos míticos que, como contracara de nuestra debilidad mental, por esperar reencontrarlo, posterga cualquier medida del saber hacer por el que cada uno puede responder si está a la altura del metier.

La oferta de la castración y sus declinaciones, la ausencia de relación sexual, de acto sexual, castración, inconsistencia, incompletud del Otro, no hay metalenguaje, discurso que no fuera semblante, etc., orienta Otro modo de habitar la Polis.

En “La dirección de la cura y los principios de su poder” Lacan señala, además del pago del candidato a analizante con su sufrimiento, los tres pagos del analista. Un primer pago simbólico con palabras si no comprende, que le permite el máximo de libertad estratégica pues es por sus efectos en la producción de asociaciones novedosas que se verá confirmada su interpretación. Un segundo pago imaginario, si presta su persona como soporte a las manifestaciones transferenciales que lo confinan a un menor grado de libertad táctica. Y un tercer pago, con su juicio íntimo, poniendo en juego su falta en ser en la dimensión política, en la polis.

De esto último se desprenden dos vertientes de la incidencia política de la falta. Por un lado, aquel que desde la falta en ser dirige las demandas hacia los significantes en que la regresión quedó fijada para alcanzar algún saber hacer con ese real inasimilable a lo simbólico que constituye toda demanda. Se trata de lo real como resto incognoscible por el saber alcanzable en la articulación significante. Por la medida del saber hacer, del metier que pone fin al análisis, culmina la creencia en el Otro y se alcanza un alivio por el acto incompatible con toda espera tonta que se sostiene de diversos candidatos al Otro. Liquidación y disolución de la transferencia que solo la ética analítica oferta. Por otro lado, la orientación hacia una falta simbólica que conecta al deseo del Otro subvirtiendo la falta imaginaria, entendida en términos de frustración, por la que otro rival quita e impide aquella satisfacción exigida globalmente. El imperativo categórico kantiano, como máxima, cobra su elevada incidencia paradójica al mostrar el enquistamiento violento, comprensible desde un mensaje sugestivo repetido hasta el cansancio. Allí la no comprensión, la ex-sistencia, la falta como modo de habitar la polis, habilita, causando la palabra a la espera de la sorpresa, aliviando al sujeto en el encuentro con lo real, pues éste es fallido por estructura, es siempre un desencuentro. 

 

Algunas conclusiones

El presupuesto en la política del psicoanálisis se sostiene en la ética de lo real. Y esa ética se sostiene en la política del inconsciente.

En relación al goce, estamos de alguna manera exiliados del otro y esto no es una consecuencia del capitalismo, ya que en lo que respecta a los cuerpos, como decíamos al comienzo, éstos están fuera del lazo social, se rigen por un primer rechazo estructural, y eso como efecto del lenguaje. 

Poder organizar cierta forma de pertenencia colectiva más allá de las identificaciones y buenos sentimientos implica advertir el retorno de lo reprimido y la vuelta a lo mismo, como aquello irreductible, propio del más allá del principio del placer. Por lo tanto, sostener la política del “no-todo” en el recorrido de la cura analítica, puede ser aquello que no sólo nos invite a pensar la resolución, en el caso por caso, del fin de análisis, sino que nos permita dejar abierta a la interrogación de dichos efectos en la experiencia colectiva. Si podemos pensar el acto psicoanalítico como un acto anticapitalista, tal como lo señala Colette Soler, es justamente, porque opera de manera opuesta a lo que el imperativo de la época propone y es allí donde la posición del psicoanalista, sostenida en su deseo tan peculiar, puede producir un deseo otro, dando la posibilidad de sostener la vida en la cultura de otra manera.

Podemos retomar el primer interrogante que sostuvimos y que dio título a este trabajo: que el psicoanálisis esté a la altura de la época y el acto psicoanalítico ponga al sujeto en cuestión ¿es una contradicción? El encuentro con lo real de lalengua, ese momento primero y traumático, es el que inaugurará aquello que marque esa diferencia con el “para todos” de la Psicología de las masas. Ese real, que escapa a toda formación universal, es también el que podemos sostener para pensar que ahí donde no es posible la “justicia distributiva” tal vez sí lo sea para posibilitar la justicia social. De esta manera, sostener la Diferencia Absoluta, implica pensar esa dimensión que no puede quedar reducida a ningún cálculo, y esa es la política que el psicoanálisis, desde su oferta, sostiene. Política que, a partir de su acto, propicie la invención de un sujeto que finalmente pueda liberarse de la explotación homogeneizante de la época.


Bibliografía

-Freud, S. (1921) “Psicología de las masas y análisis del yo”, Obras completas, Amorrortu Editores, Volumen XVIII, 1996

-Lacan, J. (1945) “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada”. Escritos I, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005.

-Lacan, J. (1958) “La dirección de la cura y los principios de su poder”, Escritos II, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005.

-Lacan, J. (1966-1967) El Seminario 14: La lógica del fantasma, Inédito

-Lacan, J. (1968-1969) El Seminario 16: De un Otro al otro, Ed. Paidós, 2008.

-Lacan, J.(1971-1972) El Seminario 19: O Peor…, Ed. Paidós, 2012.

-Lacan, J. (1967) "Alocución sobre las Psicosis en el Niño" ("Discurso de clausura de las Jornadas sobre las Psicosis en el niño"), Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012.

-Lacan, J. (1973) “Televisión”, Otros Escritos, Paidós, 2012.

-Soler, C. (Seminario 2011-2012, Asociación Foro del Campo Lacaniano de Medellín.) ¿Qué es lo que hace lazo.

-Soler, C. (Curso dictado 2012-2013. Colegio Clínico de Paris.) Lo que queda de la infancia.



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