La interpretación corte
La clínica lacaniana se sustenta en el deseo del analista. Lacan postuló
este deseo como el punto esencial en torno al cual gravita el tratamiento
analítico. Sin embargo, Lacan subraya constantemente otra dimensión,
fundamental para la experiencia analítica, y es el juicio del analista. ¿De qué
se trata este juicio? No hace falta decir que no es un juicio del analista como
sujeto. Se trata principalmente de hechos que requieren una posición del
analista en la singularidad de un caso.
Este es un requisito que pesa sobre el analista. Lacan lo expresó de diferentes maneras. Una de ellas fue a través de lo que Lacan designa como “deber de interpretación”. Este texto trata de abordar una concepción de la interpretación que requiere del juicio del analista y que encuentra su forma esencial en el corte. Esto justifica la constante referencia de Lacan a la cirugía. Sobre todo, partiendo de la idea del análisis como una operación que precisa de “la evacuación del objeto a”, que el analista, a lo largo del tratamiento, encarna mediante los semblantes.
Desde esta
perspectiva, se requieren ciertas observaciones en torno al seminario De un Otro al otro, ya
que es allí donde Lacan introduce muy claramente la cuestión del corte, ligado
a la entrada en análisis. Vemos que esta es otra dimensión que se agrega y que
complejiza a la del analista como sujeto supuesto saber. En este seminario, Lacan
utiliza el ejemplo del caballo de Troya para mostrar cómo este caballo de Troya
invertido representa al gran Otro. De su vientre no sale nada, es más bien un
vientre que aspira, por el hecho de que hay un elemento que lo constituye como
gran Otro que debe incluir un conjunto vacío que succiona los significantes del
otro. Se podría decir que la posición del analista tiene que ver con este
caballo de Troya invertido. El analista capta, aspira, absorbe los
significantes del otro. Inspira al analizando a entregar significantes. La idea
del conjunto vacío es la de un conjunto compuesto por nada más que absorciones.
Lacan lo va a llamar “Uno en más”.
Lacan dice:
“eso tiene que cavarse del lado del Otro”. Al
articular su discurso, el analizando cava ese agujero que se aloja al nivel del
conjunto vacío, del lado del gran Otro. Existe este Otro que está ligado a un
significante y a un conjunto vacío. Este significante debe correlacionarse con
lo que Lacan plantea como la condición del sujeto, es decir, un Otro del que el
sujeto toma sus significantes. Pero la idea de Lacan es que el análisis produce
un sujeto. Por eso va a decir que sin Freud este sujeto no habría aparecido. El
caballo de Troya invertido, aspirando los significantes que provienen del sujeto,
permite que el sujeto se establezca en su relación con el gran Otro encarnado
por Freud y esta operación es la que debe repetirse en cada entrada en
análisis.
Lo que debe
notarse es el hecho de que en la medida que el sujeto articula estos
significantes que serán succionados por el
caballo, hay algo que es del orden de una fundación. A partir de este momento,
es posible que se produzcan nuevos significantes, el significante dos (S2), y
que podamos hablar de la aparición del sujeto. Entonces, cuando decimos “constitución del sujeto”, esto se refiere a que el sujeto se constituye en su
infancia en su relación con el Otro y, cuando decimos “aparición del sujeto”,
nos estamos refiriendo a lo que ocurre en su vida a partir de la experiencia de
la cura analítica.
Fundamentalmente,
la operación analítica está relacionada con el objeto a.
Esto me lleva a las tres estructuras clínicas, neurosis, perversión y psicosis. Cuando Lacan hace estas articulaciones en torno a
excavar el significante en lugar del Otro, vuelve a estas tres estructuras. Si
nos dirigimos a un gran Otro es porque hay un significante que nos captura y,
al mismo tiempo, hay algo del conjunto vacío. La idea de la estructura perversa
es la siguiente: donde está dicho conjunto vacío, el sujeto experimenta la
aspiración de llenarlo. Esto es lo que Lacan identifica como restaurar en el
Otro, su integridad. La maniobra perversa consiste, pues, en completar al Otro
donde podría faltarle. Esta operación se realiza restaurando en el Otro aquello
de lo que se había separado, es decir, el objeto a. Así, la perversión consiste en restaurar el objeto a en el Otro.
Surge la
pregunta de cómo podemos hablar de una operación analítica en
las psicosis cuando, por definición, el psicótico no cede el objeto a al
analista. Partamos de la idea de que el análisis es una experiencia según la
cual un sujeto cede el objeto a al analista, que es lo que nos permite decir que el
analista está en el lugar de la causa del deseo. Lacan
afirma, como ya he señalado en relación con el psicótico, que tiene el objeto a
en el bolsillo. Esto significa que para él la extracción del objeto a no
se produjo en el momento de su constitución como sujeto. La constitución del
sujeto implica ser atravesado por los significantes y como resultado de la
operación, hay un residuo, el objeto a. Fuera de la psicosis, el sujeto
permanece en relación con el objeto a y, para ello, debe haber ocurrido
esta extracción.
En los Escritos (Lacan, 1966, p. 554 y ss.), el esquema R muestra al sujeto tachado,
es decir atravesado por los significantes, lo que lo convierte en sujeto
deseante en su relación con el objeto a. Aquí tenemos la estructura del
fantasma: es el sujeto excluido en su relación con el objeto a. Esto
constituye el campo de la realidad. En otras palabras, el fantasma determina
nuestra relación con la realidad, que se opone a la realidad objetiva. La única
realidad es la del fantasma. Es como tener un filtro que te hace ver el mundo
solo a través de dicho filtro. El fantasma guía al sujeto y constituye su
brújula. Condiciona y cierra la relación con la realidad. Al mismo tiempo, no
hay otra forma de abordarlo. Lo que añade Lacan en 1966[1] es la idea de un corte en el campo de la realidad. Va más allá y dice que este es el único corte válido
que funda una banda de Moebius. Es porque hay corte que se produce la
estructura del fantasma. La banda de Moebius se caracteriza por el hecho de que
se puede ir de un lugar a otro sin necesidad de pasar. Solo debes seguir tu
camino.
La idea
esencial es el corte como fundamento para la constitución del sujeto; luego planteará el corte como fundamental para la
operación analítica. Lacan continúa su
desarrollo para mostrar que solo el corte puede revelar estos dos elementos
heterogéneos $ y a.
En este punto, plantea que en el campo de la realidad hay una operación
subjetiva de extracción del objeto a, aquello que no ocurre en la
psicosis. Esta extracción, esta pérdida, será la base de la búsqueda del sujeto
para toda su vida, tratando de recuperar lo que ha perdido. La neurosis implica
una extracción que el sujeto compensará con el fantasma.
Aun cuando
Lacan dirá que el objeto a no es solamente la causa
del deseo sino también plus-de-gozar,
podemos ver claramente que este plus de goce es una forma de compensar el goce
perdido de la extracción inicial.
Un análisis asume que este objeto perdido se abandona en el análisis. Ahora
bien, el hecho fundamental de la experiencia analítica es que permite la
restitución del objeto al analizando al final del análisis. El sujeto recupera
la causa del deseo, ahora está de su lado. En el análisis, hay tanto una
pérdida irrecuperable como una ganancia. Por tanto, no es una pura pérdida. La
ganancia se puede traducir en términos de elección. Hacemos un análisis porque
ya no tenemos otra opción o hemos perdido la posibilidad de hacerlo. La razón
es la misma, estamos en un punto de inflexión y no sabemos qué giro tomar. No
poder hacer una elección es la traducción subjetiva de que el objeto no está en
el lugar correcto.
Con
respecto a las psicosis, ha habido una no extracción del objeto a. Esto da como resultado una no función del
objeto a en el fantasma. Lo que equivale a decir que el sujeto psicótico
tiene el objeto a en el bolsillo. La prueba es que el fantasma en la
psicosis no se separa de lo real. La no extracción del objeto deja al sujeto en
una relación perturbada con la realidad. El sujeto psicótico no tiene un marco
para dejar de lado sus propios fenómenos de goce. Lo que está fundamentalmente desregulado es la relación del sujeto con el goce.
En la
neurosis se produce una regulación del goce a través del fantasma. Se trata de tener una pantalla frente a la realidad.
Una pantalla sirve como protección, pero puede romperse tanto por experiencias
exteriores como interiores. Una experiencia de goce por parte del sujeto, como
goce fálico, es una experiencia que revienta la pantalla. Este es el caso
cuando un sujeto experimenta en el cuerpo lo que no había imaginado: la
pantalla se desgarra, dando lugar a la sorpresa de un goce enigmático.
La eficacia del corte
Lacan es
explícito en el seminario Problemas cruciales para
el psicoanálisis: “Todo está –en el campo del análisis– ciertamente en la
efectividad del buen corte.” (1965, clase del 3/2/1965). Luego se refiere al
libro de Thomas Carlyle para evocar al analista como sartor resartus,
“el sastre recortado” (1965). En este libro de 1833[2], el autor hace referencia a la filosofía de la indumentaria. El
analista, para Lacan, es el sartor resartus. Es un sastre recortado. No
se trata solo de que haga el buen corte, sino de que considere que la prenda se
puede devolver de otra manera.
Esta dimensión del corte lleva a Lacan a plantearlo como el acto fundacional del
sujeto en su texto L’étourdit. Es
por el corte que el sujeto se transforma. Ya se debe notar, como mencioné, que
lo que forja el fantasma y lo hace operativo es un corte. El corte es, por lo
tanto, la base de la estructura del sujeto. El corte, inicialmente anatómico,
es aquel a través del cual nace el ser humano. Es el corte primero con la
madre, pero también con todo lo que rodea al recién nacido, como el corte con
la placenta.
La idea de
Lacan es que es en relación con este
corte en lo
real donde un sujeto deberá situarse. Esto es lo que
Lacan designa como el advenimiento del corte. Para que suceda, para que un
sujeto note que hay un corte, al corte real se le debe agregar la marca del
lenguaje. Esto es lo que Lacan quiere decir cuando plantea la idea de un real
de existencia en relación con el cual el sujeto deberá situarse en el plano
simbólico, es por el hecho de un corte del significante.
Vayamos al
valor particular del corte en el psicoanálisis
y en la interpretación. El corte sobre la constitución del sujeto es lo que
permite que no exista una relación pura entre el sujeto y el objeto, es decir,
que haya una mediación. Es a través del corte que están el sujeto, el objeto y,
asegurando el vínculo entre ambos, el fantasma. Así es como podemos captar la
frase de Lacan en el seminario El deseo y su interpretación: “el
fantasma es algo que corta”. ¿En dónde vemos el
corte del fantasma? El fantasma es el medio que permite desear pero, al mismo
tiempo, frente al objeto del deseo, cuando el sujeto puede atrapar el objeto
tan deseado, el sujeto se desvanece, desaparece como sujeto. Esto es lo que
significa el corte entre el sujeto y los objetos de deseo en el mundo.
El corte es
también lo que permite decir “yo soy”. Es porque un
sujeto se identifica con el corte que puede haber un sujeto, es decir,
participar del común de los seres hablantes y al mismo tiempo asumir su
singularidad, a través de la cual es excluido del conjunto. Se convierte en
sujeto. El corte no es lo mismo que la separación. Está, incluso en el lenguaje corriente, en un registro más radical. Cuando decimos,
por ejemplo, “Me separé de alguien”, no estamos diciendo que ya no tenemos nada
que ver con esa persona. Cuando todo ha terminado y uno ya no quiere saber nada
de la otra persona, se usa la expresión “corté todo vínculo”. Y cuando uno
quiere hacer una separación lo más tajante posible, dice “le corté el rostro”[3]. El corte produce un advenimiento, el advenimiento del sujeto. Esto
es fundamental en relación con la interpretación, porque en la práctica
analítica no es lo mismo concebir el momento en que termina cada sesión o el
momento del fin del análisis, en términos de escansión o en términos de corte.
En De un Otro al otro,
Lacan plantea: “La histérica ya
es psicoanalizante, si se puede decir así, o sea que ya está en el camino
de una solución.” (1968-1969, p. 388). En la medida en que cuestiona el
conocimiento, con su pregunta ya está en camino hacia una solución. Siempre que
se haga una pregunta, ya se tiene parte de la respuesta. Sin embargo, y este es
el punto importante, Lacan introduce una discontinuidad necesaria porque no
basta con ser histérico para realizar un análisis. La frase “La
histérica ya es psicoanalizante” no debe entenderse como si fuera suficiente
ser histérico para estar en el discurso analítico. La idea es que hay una
operación a realizar durante el encuentro con el analista. Esta operación es la
que permite el paso del sujeto a ser analizante.
Lacan
retoma esta pregunta desde otro ángulo
al final de su enseñanza cuando plantea: “¿Es natural la neurosis?”. Responde: “No es natural más que en la medida en que en el hombre hay un
Simbólico. Y el hecho de que exista un Simbólico implica que surja un nuevo
significante, un significante nuevo
con el que el yo, es decir la consciencia, se identificaría.” (1977, 15/11/1977).
En otras
palabras, es necesario distinguir la histérica
del discurso histérico, y luego del discurso analítico. Esto es lo que Lacan
demostrará más adelante en De un Otro al otro, ya que plantea que la histérica busca la solución refiriéndose al sujeto supuesto saber. Es, por
lo tanto, la búsqueda de un partenaire
específico, el que pueda dar la respuesta. En este punto, Lacan precisa que el analista debe practicar el
corte entre, por un lado, la estructura de la histérica y, por el otro, la de
la suposición saber. Concluye un poco más adelante, en la misma
sesión mencionada del seminario, que este supuesto constituye la transferencia.
En otras palabras, no es que la histérica suponga el saber de
antemano. Hay un supuesto saber que forma parte de la
estructura histérica y luego hay un corte que permite que el sujeto supuesto
saber se instale en el dispositivo analítico. Que la histérica
sea naturalmente psicoanalizante no significa que sea psicoanalizante desde el
comienzo, sino que la suposición de saber es parte de la estructura de la
neurosis. Sin embargo, es necesario un corte para deshacer el ensamblaje en la
estructura entre la neurosis y la suposición de saber, asegurando así que el
sujeto supuesto saber sea extraído. Por eso Lacan postula que para el sujeto
histérico hay una coalescencia del sujeto supuesto saber y la neurosis. Es en
torno a esta coalescencia que hay que hacer el corte. Luego Lacan agrega “el
sujeto mismo es un síntoma, este síntoma lo tiene en la carne”. Entonces, lo
que permite al sujeto supuesto saber comenzar a funcionar es una operación de
corte en la carne. Cuando este es el caso, es el sujeto histérico quien fabrica
las preguntas, pero al final se queda con la última palabra sobre las
respuestas. Entonces suponerle saber al Otro es poder admitir que la respuesta
puede venir del Otro, o al menos consentir que el Otro señale el camino hacia
la solución.
Cuando
Lacan afirma “el sujeto es él mismo un síntoma”, eso supone una identificación con el síntoma que no es en absoluto
lo mismo que identificarse con su síntoma al final del análisis. El corte
necesario para entrar en análisis es poder pasar de ser un síntoma a tener un
síntoma y querer deshacerse de él. Cuando decimos que somos un síntoma, nos
referimos a alguien que se identifica con su síntoma. Es una dimensión visible
en la experiencia. A veces nos decimos a nosotros mismos que sería bueno que
alguien hiciera un análisis. Todos se dan cuenta, menos la persona en cuestión.
Tener un síntoma, en cambio, es tener la distancia suficiente para darse cuenta
de que no se es idéntico al síntoma.
En este sentido, el síntoma es la relación del sujeto con el saber, con un
saber preciso. Como afirma Lacan: “está en esta relación muy particular del
sujeto con su saber de sí mismo lo que se llama síntoma” (1965, clase del 16/6/1965).
Es a través del corte que se produce la brecha entre identificarse con el
síntoma y querer deshacerse de él. El corte inicial separa, dentro de la
estructura del sujeto, al sujeto supuesto saber, y es por esta separación que
podemos decir que tuvo lugar la primera operación analítica. Por otra parte,
por eso Lacan definió la histeria por el hecho de que hay una mujer, al menos
una, que sabe lo que quiere. Hay un intento de identificarse con esta mujer,
pero, como muestra Lacan, sólo se logra a costa de un deseo insatisfecho. Se
requiere un corte para que el sujeto histérico ponga en juego su relación con
el saber. Es cierto que durante el análisis se producirá una desuposición del saber de la otra mujer, pero esto no se puede hacer
sin el corte inicial, el que permite la entrada en análisis.
Es
interesante notar que Lacan dará, en
la sesión mencionada de De un Otro al otro, la definición del deseo en
el sujeto histérico: el sujeto no sabe lo que quiere, y se lo supone a algún
otro. En este sentido se podría decir que un análisis no responde a la pregunta
de qué es una mujer. Lo que produce la experiencia analítica no es solo que al
final dejamos de hacer la pregunta, sino más fundamentalmente lo que sucede es
otra relación entre saber y deseo. Esta es la proposición de Lacan: se trata de
producir un saber sobre lo que uno quiere.
Lo mismo
ocurre con el obsesivo. Lacan plantea una analogía entre el
obsesivo en su relación con el amo y la histérica en su relación con la otra
mujer. El obsesivo no se enfrenta a lo que quiere, asume que hay un amo que
sabe lo que quiere para él. Además, para el obsesivo, experimentar un corte
puede ponerlo en juego y ponerlo en posición de asumir riesgos. De modo que de
lo que se trata en la cura también está en torno a un corte.
En el
seminario L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre,
Lacan dice que “el hecho de haber atravesado un análisis es algo que no
devuelve al estado anterior excepto para practicar otro corte, uno que
equivaldría a
un contrapsicoanálisis”. Vuelve al texto
de Freud “Análisis terminable e interminable" para recordar que Freud
insistió en que los psicoanalistas rehacen un corte, es decir, hacen el corte
por segunda vez, lo que devuelve el nudo borromeo a su condición original. El
interés de retomar esta concepción es captar cómo Lacan mantiene hasta el final
la dimensión del corte como esencial; y la idea del “contrapsicoanálisis” es que vemos que hay sujetos que han hecho un análisis y, en
un segundo tramo del análisis, se les hace necesario que el analista los
oriente hacia una dirección que no es la misma. Si bien el primer tramo está
orientado por la búsqueda de sentido, la experiencia del corte promovida por
Lacan es la que permite hacer una diferencia entre lo real del sujeto y el
sentido que el análisis ha aportado a lo largo del primer tramo.
Es oportuno
agregar aquí la propuesta avanzada en “Subversión del sujeto
y dialéctica del deseo”, que ya trazan una perspectiva crucial en torno al
corte y la interpretación:
[…] necesitamos
reducirlo todo a la función de corte en el discurso, el más fuerte es el que
forma una barrera entre el significante y el significado […]. El discurso en la
sesión analítica no vale sino porque da traspiés e incluso se interrumpe [...].
Este corte de la cadena significante es el único que verifica la estructura del
sujeto como discontinuidad en lo real. (1966a, p.780)
Desde esta
perspectiva, cada sesión debe abordarse como un
corte. Por lo tanto, podemos postular que, tanto desde el inicio del análisis
como al final de cada sesión, lo que presenta el corte es el corte concluyente
al final del análisis. Es decir, el corte realizado por el analista en cada
sesión debe ponerse en línea, en perspectiva, desde el inicio del análisis
hasta su conclusión. Entonces, si cada sesión tiene su propia lógica, se debe
seguir la lógica de lo que se obtiene al final del análisis. En efecto, si la
esencia de la interpretación es lo que se pretende, lo que se vuelve crucial en
la interrupción de la sesión, es la cuestión del corte.
El corte,
finalmente, como dice Lacan, corta los eslabones de la cadena significante,
permite introducir una discontinuidad entre los significantes y el objeto de
deseo, para mostrar al sujeto que donde hay un collage para él, una fijeza, con la certeza basada en un dicho: “este es el objeto
de mi deseo”, pues la posición del analista es la que introduce, en ese nivel,
una “contracerteza”, para mostrar que el verdadero objeto del
deseo no se ubica afuera, sino que eso es lo que funciona como causa del deseo
para cada uno. Esta es la razón del giro de Lacan hacia la interpretación y su
proposición, a saber, que la interpretación debe apuntar a la causa del deseo.
En cierto
modo, esta es la perspectiva que Lacan ya indica en “Función y campo de la palabra y el lenguaje” cuando plantea que el análisis es el arte de
suspender las certezas. La propuesta debe completarse con el Lacan posterior.
Suspendemos las certezas como condición
para el advenimiento de una nueva certeza, una certeza que proviene de lo real.
El corte, en este sentido y como modalidad privilegiada de interpretación, no
es lo que se opone al equívoco sino que está en otro nivel. Este es el caso del
corte de sesión. No tiene la intención de producir un nuevo significado. Un
corte en cualquier momento, independientemente del significado de la oración, y
sin el objetivo de producir una nueva búsqueda de sentido, constituye la
verdadera orientación de lo real.
En la
medida en que la operación
analítica produzca una brecha, una separación entre lo que el sujeto es y lo
que él cree que son sus objetos de goce, puede surgir un deseo marcado por una
diferencia. De modo que el análisis opera una separación, y en la medida en que
esto ocurre, el sujeto está en posición de ser causado por el objeto del deseo.
Por tanto, la causa del deseo es el resultado de la operación de separación
entre el sujeto y sus objetos plus-de-gozar.
Es cierto
que el equívoco como modalidad de interpretación es
fundamental. Jugar con equívocos es lo que permite contradecir el significado y
operar sobre el síntoma. La cuestión es que la operación analítica no es solo
una operación sobre el síntoma. Además de esto, se trata de ceñir lo imposible
para pasar de la impotencia a lo imposible que prepara el “yo soy eso” del
final del análisis.
Entonces,
el “yo soy eso” tiene al menos una dimensión de
alivio. Tocar lo imposible nos saca del lado del “no puedo”. Este es el
principal efecto beneficioso de la castración. Ceñir lo imposible, como sugiere
el discurso analítico, se traduce en la posibilidad de tomar decisiones. Se
trata de la operación analítica que Lacan se pregunta: “queda por ver en qué
posición debemos estar, cómo debemos mantenernos, para poder operar allí correctamente.” (1965, 5/5/1965).
Esta es una
pregunta a la que vuelve, lo que demuestra su importancia, esta vez, con una
formulación cercana a la anterior, en torno a saber cómo
operar. Por eso, avanza al final de su enseñanza: “El
sujeto supuesto saber ... desde donde apoyé y definí la transferencia ... ¿se
supone que sabe qué? ¿Cómo operar? Sería
bastante excesivo decir que el analista sabe operar. Lo que necesitaría es
saber operar correctamente, es decir, que dé cuenta del alcance de las palabras
para su analizante, lo que incuestionablemente desconoce”. Una vez más vemos
que el analista no puede limitarse a encarnar al sujeto supuesto saber mientras
espera que el sujeto en el análisis capte cuál es la causa de su deseo. El
analista inicialmente ignora el significado de las palabras para un analizante
y, sin embargo, sabe que por el corte puede haber una mejor disposición para el
sujeto. Lacan lo formula de la siguiente manera:
Es
en eso que el uso del corte en relación a lo simbólico corre el riesgo de provocar, al
final de un psicoanálisis, una preferencia dada en todo al inconsciente. Quiero
decir que, si las cosas son tales que funcionan un poco mejor para la vida de
cada uno, es decir, poner así el acento sobre la función del saber de l'une-bévue
por la cual yo traduzco el inconsciente, se puede hacer que efectivamente eso
se disponga mejor. (1968-1969, 14/10/1976).
Tenemos una
vez más la prueba de que para estar a la altura de su
tarea y, por tanto, digno de transferencia, el analista debe saber que el decir
del sujeto no se cierne solamente a partir de hacer de semblante de objeto a
para el analizante. El advenimiento del decir del analizante al final del
análisis se prepara desde el principio. Un corte inicial es una condición
requerida, luego el corte como práctica interpretativa, durante el análisis,
aunque no sea la única modalidad de interpretación, será el índice de un analista digno de su función.
Traducción del francés y edición:
Rodrigo V. Abínzano
Corrección y edición: Juan
Manuel Moraña
Revisión final de la traducción: Matías Laje
Referencias Bibliográficas
-Lacan, J. (1966), « D’une question préliminaire à tout traitement possible de la psychose », dans Écrits, Paris, Le Seuil.
-Lacan, J. (1966a) « Subversion du sujet et dialectique du désir dans l’inconscient freudien », dans Écrits, Paris, Le Seuil.
-Lacan, J. (1965). Le Séminaire, Livre XII, Problèmes cruciaux pour la psychanalyse.
-Lacan, J. (1968-1969). Le Séminaire, Livre XVI, D’un Autre à l’autre, Paris, Le Seuil, 2006.
-Lacan, J. (1977-1978). Le Séminaire, Livre XXV, Le moment de conclure.
[1] El autor se refiere aquí a la extensa nota a pie que Lacan añade en la edición de 1966. En la edición castellana (Siglo, XXI, 2008) la misma se encuentra en la página 530. (NdE).
[2] Hay edición castellana. Carlyle, T. (2017). Sartor y Resartus. Biblok editores. (Original de 1833). (NdE).
[3] Estos fueron los equivalentes en castellano que seleccionamos de las expresiones en francés utilizadas en el original j’ai coupé les ponts y je me suis coupé du monde (NdT).