La interpretación corte

La clínica lacaniana se sustenta en el deseo del analista. Lacan postuló este deseo como el punto esencial en torno al cual gravita el tratamiento analítico. Sin embargo, Lacan subraya constantemente otra dimensión, fundamental para la experiencia analítica, y es el juicio del analista. ¿De qué se trata este juicio? No hace falta decir que no es un juicio del analista como sujeto. Se trata principalmente de hechos que requieren una posición del analista en la singularidad de un caso.

Este es un requisito que pesa sobre el analista. Lacan lo expresó de diferentes maneras. Una de ellas fue a través de lo que Lacan designa como “deber de interpretación”. Este texto trata de abordar una concepción de la interpretación que requiere del juicio del analista y que encuentra su forma esencial en el corte. Esto justifica la constante referencia de Lacan a la cirugía. Sobre todo, partiendo de la idea del análisis como una operación que precisa de “la evacuación del objeto a”, que el analista, a lo largo del tratamiento, encarna mediante los semblantes.

Desde esta perspectiva, se requieren ciertas observaciones en torno al seminario De un Otro al otro, ya que es allí donde Lacan introduce muy claramente la cuestión del corte, ligado a la entrada en análisis. Vemos que esta es otra dimensión que se agrega y que complejiza a la del analista como sujeto supuesto saber. En este seminario, Lacan utiliza el ejemplo del caballo de Troya para mostrar cómo este caballo de Troya invertido representa al gran Otro. De su vientre no sale nada, es más bien un vientre que aspira, por el hecho de que hay un elemento que lo constituye como gran Otro que debe incluir un conjunto vacío que succiona los significantes del otro. Se podría decir que la posición del analista tiene que ver con este caballo de Troya invertido. El analista capta, aspira, absorbe los significantes del otro. Inspira al analizando a entregar significantes. La idea del conjunto vacío es la de un conjunto compuesto por nada más que absorciones. Lacan lo va a llamar “Uno en más”.

Lacan dice: “eso tiene que cavarse del lado del Otro”. Al articular su discurso, el analizando cava ese agujero que se aloja al nivel del conjunto vacío, del lado del gran Otro. Existe este Otro que está ligado a un significante y a un conjunto vacío. Este significante debe correlacionarse con lo que Lacan plantea como la condición del sujeto, es decir, un Otro del que el sujeto toma sus significantes. Pero la idea de Lacan es que el análisis produce un sujeto. Por eso va a decir que sin Freud este sujeto no habría aparecido. El caballo de Troya invertido, aspirando los significantes que provienen del sujeto, permite que el sujeto se establezca en su relación con el gran Otro encarnado por Freud y esta operación es la que debe repetirse en cada entrada en análisis.

Lo que debe notarse es el hecho de que en la medida que el sujeto articula estos significantes que serán succionados por el caballo, hay algo que es del orden de una fundación. A partir de este momento, es posible que se produzcan nuevos significantes, el significante dos (S2), y que podamos hablar de la aparición del sujeto. Entonces, cuando decimos “constitución del sujeto”, esto se refiere a que el sujeto se constituye en su infancia en su relación con el Otro y, cuando decimos “aparición del sujeto”, nos estamos refiriendo a lo que ocurre en su vida a partir de la experiencia de la cura analítica.

Fundamentalmente, la operación analítica está relacionada con el objeto a. Esto me lleva a las tres estructuras clínicas, neurosis, perversión y psicosis. Cuando Lacan hace estas articulaciones en torno a excavar el significante en lugar del Otro, vuelve a estas tres estructuras. Si nos dirigimos a un gran Otro es porque hay un significante que nos captura y, al mismo tiempo, hay algo del conjunto vacío. La idea de la estructura perversa es la siguiente: donde está dicho conjunto vacío, el sujeto experimenta la aspiración de llenarlo. Esto es lo que Lacan identifica como restaurar en el Otro, su integridad. La maniobra perversa consiste, pues, en completar al Otro donde podría faltarle. Esta operación se realiza restaurando en el Otro aquello de lo que se había separado, es decir, el objeto a. Así, la perversión consiste en restaurar el objeto a en el Otro.

Surge la pregunta de cómo podemos hablar de una operación analítica en las psicosis cuando, por definición, el psicótico no cede el objeto a al analista. Partamos de la idea de que el análisis es una experiencia según la cual un sujeto cede el objeto a al analista, que es lo que nos permite decir que el analista está en el lugar de la causa del deseo. Lacan afirma, como ya he señalado en relación con el psicótico, que tiene el objeto a en el bolsillo. Esto significa que para él la extracción del objeto a no se produjo en el momento de su constitución como sujeto. La constitución del sujeto implica ser atravesado por los significantes y como resultado de la operación, hay un residuo, el objeto a. Fuera de la psicosis, el sujeto permanece en relación con el objeto a y, para ello, debe haber ocurrido esta extracción.

En los Escritos (Lacan, 1966, p. 554 y ss.), el esquema R muestra al sujeto tachado, es decir atravesado por los significantes, lo que lo convierte en sujeto deseante en su relación con el objeto a. Aquí tenemos la estructura del fantasma: es el sujeto excluido en su relación con el objeto a. Esto constituye el campo de la realidad. En otras palabras, el fantasma determina nuestra relación con la realidad, que se opone a la realidad objetiva. La única realidad es la del fantasma. Es como tener un filtro que te hace ver el mundo solo a través de dicho filtro. El fantasma guía al sujeto y constituye su brújula. Condiciona y cierra la relación con la realidad. Al mismo tiempo, no hay otra forma de abordarlo. Lo que añade Lacan en 1966[1] es la idea de un corte en el campo de la realidad. Va más allá y dice que este es el único corte válido que funda una banda de Moebius. Es porque hay corte que se produce la estructura del fantasma. La banda de Moebius se caracteriza por el hecho de que se puede ir de un lugar a otro sin necesidad de pasar. Solo debes seguir tu camino.

La idea esencial es el corte como fundamento para la constitución del sujeto; luego planteará el corte como fundamental para la operación analítica. Lacan continúa su desarrollo para mostrar que solo el corte puede revelar estos dos elementos heterogéneos $ y a. En este punto, plantea que en el campo de la realidad hay una operación subjetiva de extracción del objeto a, aquello que no ocurre en la psicosis. Esta extracción, esta pérdida, será la base de la búsqueda del sujeto para toda su vida, tratando de recuperar lo que ha perdido. La neurosis implica una extracción que el sujeto compensará con el fantasma.

Aun cuando Lacan dirá que el objeto a no es solamente la causa del deseo sino también plus-de-gozar, podemos ver claramente que este plus de goce es una forma de compensar el goce perdido de la extracción inicial.

Un análisis asume que este objeto perdido se abandona en el análisis. Ahora bien, el hecho fundamental de la experiencia analítica es que permite la restitución del objeto al analizando al final del análisis. El sujeto recupera la causa del deseo, ahora está de su lado. En el análisis, hay tanto una pérdida irrecuperable como una ganancia. Por tanto, no es una pura pérdida. La ganancia se puede traducir en términos de elección. Hacemos un análisis porque ya no tenemos otra opción o hemos perdido la posibilidad de hacerlo. La razón es la misma, estamos en un punto de inflexión y no sabemos qué giro tomar. No poder hacer una elección es la traducción subjetiva de que el objeto no está en el lugar correcto.

Con respecto a las psicosis, ha habido una no extracción del objeto a. Esto da como resultado una no función del objeto a en el fantasma. Lo que equivale a decir que el sujeto psicótico tiene el objeto a en el bolsillo. La prueba es que el fantasma en la psicosis no se separa de lo real. La no extracción del objeto deja al sujeto en una relación perturbada con la realidad. El sujeto psicótico no tiene un marco para dejar de lado sus propios fenómenos de goce. Lo que está fundamentalmente desregulado es la relación del sujeto con el goce.

En la neurosis se produce una regulación del goce a través del fantasma. Se trata de tener una pantalla frente a la realidad. Una pantalla sirve como protección, pero puede romperse tanto por experiencias exteriores como interiores. Una experiencia de goce por parte del sujeto, como goce fálico, es una experiencia que revienta la pantalla. Este es el caso cuando un sujeto experimenta en el cuerpo lo que no había imaginado: la pantalla se desgarra, dando lugar a la sorpresa de un goce enigmático.

 

La eficacia del corte

Lacan es explícito en el seminario Problemas cruciales para el psicoanálisis: “Todo está –en el campo del análisis– ciertamente en la efectividad del buen corte.” (1965, clase del 3/2/1965). Luego se refiere al libro de Thomas Carlyle para evocar al analista como sartor resartus, “el sastre recortado” (1965). En este libro de 1833[2], el autor hace referencia a la filosofía de la indumentaria. El analista, para Lacan, es el sartor resartus. Es un sastre recortado. No se trata solo de que haga el buen corte, sino de que considere que la prenda se puede devolver de otra manera.

Esta dimensión del corte lleva a Lacan a plantearlo como el acto fundacional del sujeto en su texto L’étourdit. Es por el corte que el sujeto se transforma. Ya se debe notar, como mencioné, que lo que forja el fantasma y lo hace operativo es un corte. El corte es, por lo tanto, la base de la estructura del sujeto. El corte, inicialmente anatómico, es aquel a través del cual nace el ser humano. Es el corte primero con la madre, pero también con todo lo que rodea al recién nacido, como el corte con la placenta.

La idea de Lacan es que es en relación con este corte en lo real donde un sujeto deberá situarse. Esto es lo que Lacan designa como el advenimiento del corte. Para que suceda, para que un sujeto note que hay un corte, al corte real se le debe agregar la marca del lenguaje. Esto es lo que Lacan quiere decir cuando plantea la idea de un real de existencia en relación con el cual el sujeto deberá situarse en el plano simbólico, es por el hecho de un corte del significante.

Vayamos al valor particular del corte en el psicoanálisis y en la interpretación. El corte sobre la constitución del sujeto es lo que permite que no exista una relación pura entre el sujeto y el objeto, es decir, que haya una mediación. Es a través del corte que están el sujeto, el objeto y, asegurando el vínculo entre ambos, el fantasma. Así es como podemos captar la frase de Lacan en el seminario El deseo y su interpretación: “el fantasma es algo que corta”. ¿En dónde vemos el corte del fantasma? El fantasma es el medio que permite desear pero, al mismo tiempo, frente al objeto del deseo, cuando el sujeto puede atrapar el objeto tan deseado, el sujeto se desvanece, desaparece como sujeto. Esto es lo que significa el corte entre el sujeto y los objetos de deseo en el mundo.

El corte es también lo que permite decir “yo soy”. Es porque un sujeto se identifica con el corte que puede haber un sujeto, es decir, participar del común de los seres hablantes y al mismo tiempo asumir su singularidad, a través de la cual es excluido del conjunto. Se convierte en sujeto. El corte no es lo mismo que la separación. Está, incluso en el lenguaje corriente, en un registro más radical. Cuando decimos, por ejemplo, “Me separé de alguien”, no estamos diciendo que ya no tenemos nada que ver con esa persona. Cuando todo ha terminado y uno ya no quiere saber nada de la otra persona, se usa la expresión “corté todo vínculo”. Y cuando uno quiere hacer una separación lo más tajante posible, dice “le corté el rostro”[3]. El corte produce un advenimiento, el advenimiento del sujeto. Esto es fundamental en relación con la interpretación, porque en la práctica analítica no es lo mismo concebir el momento en que termina cada sesión o el momento del fin del análisis, en términos de escansión o en términos de corte.

En De un Otro al otro, Lacan plantea: “La histérica ya es psicoanalizante, si se puede decir así, o sea que ya está en el camino de una solución.” (1968-1969, p. 388). En la medida en que cuestiona el conocimiento, con su pregunta ya está en camino hacia una solución. Siempre que se haga una pregunta, ya se tiene parte de la respuesta. Sin embargo, y este es el punto importante, Lacan introduce una discontinuidad necesaria porque no basta con ser histérico para realizar un análisis. La frase “La histérica ya es psicoanalizante” no debe entenderse como si fuera suficiente ser histérico para estar en el discurso analítico. La idea es que hay una operación a realizar durante el encuentro con el analista. Esta operación es la que permite el paso del sujeto a ser analizante.

Lacan retoma esta pregunta desde otro ángulo al final de su enseñanza cuando plantea: “¿Es natural la neurosis?”. Responde: “No es natural más que en la medida en que en el hombre hay un Simbólico. Y el hecho de que exista un Simbólico implica que surja un nuevo significante, un significante nuevo con el que el yo, es decir la consciencia, se identificaría.” (1977, 15/11/1977).

En otras palabras, es necesario distinguir la histérica del discurso histérico, y luego del discurso analítico. Esto es lo que Lacan demostrará más adelante en De un Otro al otro, ya que plantea que la histérica busca la solución refiriéndose al sujeto supuesto saber. Es, por lo tanto, la búsqueda de un partenaire específico, el que pueda dar la respuesta. En este punto, Lacan precisa que el analista debe practicar el corte entre, por un lado, la estructura de la histérica y, por el otro, la de la suposición saber. Concluye un poco más adelante, en la misma sesión mencionada del seminario, que este supuesto constituye la transferencia. En otras palabras, no es que la histérica suponga el saber de antemano. Hay un supuesto saber que forma parte de la estructura histérica y luego hay un corte que permite que el sujeto supuesto saber se instale en el dispositivo analítico. Que la histérica sea naturalmente psicoanalizante no significa que sea psicoanalizante desde el comienzo, sino que la suposición de saber es parte de la estructura de la neurosis. Sin embargo, es necesario un corte para deshacer el ensamblaje en la estructura entre la neurosis y la suposición de saber, asegurando así que el sujeto supuesto saber sea extraído. Por eso Lacan postula que para el sujeto histérico hay una coalescencia del sujeto supuesto saber y la neurosis. Es en torno a esta coalescencia que hay que hacer el corte. Luego Lacan agrega “el sujeto mismo es un síntoma, este síntoma lo tiene en la carne”. Entonces, lo que permite al sujeto supuesto saber comenzar a funcionar es una operación de corte en la carne. Cuando este es el caso, es el sujeto histérico quien fabrica las preguntas, pero al final se queda con la última palabra sobre las respuestas. Entonces suponerle saber al Otro es poder admitir que la respuesta puede venir del Otro, o al menos consentir que el Otro señale el camino hacia la solución.

Cuando Lacan afirma “el sujeto es él mismo un síntoma”, eso supone una identificación con el síntoma que no es en absoluto lo mismo que identificarse con su síntoma al final del análisis. El corte necesario para entrar en análisis es poder pasar de ser un síntoma a tener un síntoma y querer deshacerse de él. Cuando decimos que somos un síntoma, nos referimos a alguien que se identifica con su síntoma. Es una dimensión visible en la experiencia. A veces nos decimos a nosotros mismos que sería bueno que alguien hiciera un análisis. Todos se dan cuenta, menos la persona en cuestión. Tener un síntoma, en cambio, es tener la distancia suficiente para darse cuenta de que no se es idéntico al síntoma. En este sentido, el síntoma es la relación del sujeto con el saber, con un saber preciso. Como afirma Lacan: “está en esta relación muy particular del sujeto con su saber de sí mismo lo que se llama síntoma” (1965, clase del 16/6/1965).

Es a través del corte que se produce la brecha entre identificarse con el síntoma y querer deshacerse de él. El corte inicial separa, dentro de la estructura del sujeto, al sujeto supuesto saber, y es por esta separación que podemos decir que tuvo lugar la primera operación analítica. Por otra parte, por eso Lacan definió la histeria por el hecho de que hay una mujer, al menos una, que sabe lo que quiere. Hay un intento de identificarse con esta mujer, pero, como muestra Lacan, sólo se logra a costa de un deseo insatisfecho. Se requiere un corte para que el sujeto histérico ponga en juego su relación con el saber. Es cierto que durante el análisis se producirá una desuposición del saber de la otra mujer, pero esto no se puede hacer sin el corte inicial, el que permite la entrada en análisis.

Es interesante notar que Lacan dará, en la sesión mencionada de De un Otro al otro, la definición del deseo en el sujeto histérico: el sujeto no sabe lo que quiere, y se lo supone a algún otro. En este sentido se podría decir que un análisis no responde a la pregunta de qué es una mujer. Lo que produce la experiencia analítica no es solo que al final dejamos de hacer la pregunta, sino más fundamentalmente lo que sucede es otra relación entre saber y deseo. Esta es la proposición de Lacan: se trata de producir un saber sobre lo que uno quiere.

Lo mismo ocurre con el obsesivo. Lacan plantea una analogía entre el obsesivo en su relación con el amo y la histérica en su relación con la otra mujer. El obsesivo no se enfrenta a lo que quiere, asume que hay un amo que sabe lo que quiere para él. Además, para el obsesivo, experimentar un corte puede ponerlo en juego y ponerlo en posición de asumir riesgos. De modo que de lo que se trata en la cura también está en torno a un corte.

En el seminario Linsu que sait de lune-bévue saile à mourre, Lacan dice que “el hecho de haber atravesado un análisis es algo que no devuelve al estado anterior excepto para practicar otro corte, uno que equivaldría a un contrapsicoanálisis”. Vuelve al texto de Freud “Análisis terminable e interminable" para recordar que Freud insistió en que los psicoanalistas rehacen un corte, es decir, hacen el corte por segunda vez, lo que devuelve el nudo borromeo a su condición original. El interés de retomar esta concepción es captar cómo Lacan mantiene hasta el final la dimensión del corte como esencial; y la idea del “contrapsicoanálisis” es que vemos que hay sujetos que han hecho un análisis y, en un segundo tramo del análisis, se les hace necesario que el analista los oriente hacia una dirección que no es la misma. Si bien el primer tramo está orientado por la búsqueda de sentido, la experiencia del corte promovida por Lacan es la que permite hacer una diferencia entre lo real del sujeto y el sentido que el análisis ha aportado a lo largo del primer tramo.

Es oportuno agregar aquí la propuesta avanzada en “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”, que ya trazan una perspectiva crucial en torno al corte y la interpretación:

 

[…] necesitamos reducirlo todo a la función de corte en el discurso, el más fuerte es el que forma una barrera entre el significante y el significado […]. El discurso en la sesión analítica no vale sino porque da traspiés e incluso se interrumpe [...]. Este corte de la cadena significante es el único que verifica la estructura del sujeto como discontinuidad en lo real. (1966a, p.780)

 

Desde esta perspectiva, cada sesión debe abordarse como un corte. Por lo tanto, podemos postular que, tanto desde el inicio del análisis como al final de cada sesión, lo que presenta el corte es el corte concluyente al final del análisis. Es decir, el corte realizado por el analista en cada sesión debe ponerse en línea, en perspectiva, desde el inicio del análisis hasta su conclusión. Entonces, si cada sesión tiene su propia lógica, se debe seguir la lógica de lo que se obtiene al final del análisis. En efecto, si la esencia de la interpretación es lo que se pretende, lo que se vuelve crucial en la interrupción de la sesión, es la cuestión del corte.

El corte, finalmente, como dice Lacan, corta los eslabones de la cadena significante, permite introducir una discontinuidad entre los significantes y el objeto de deseo, para mostrar al sujeto que donde hay un collage para él, una fijeza, con la certeza basada en un dicho: “este es el objeto de mi deseo”, pues la posición del analista es la que introduce, en ese nivel, una “contracerteza”, para mostrar que el verdadero objeto del deseo no se ubica afuera, sino que eso es lo que funciona como causa del deseo para cada uno. Esta es la razón del giro de Lacan hacia la interpretación y su proposición, a saber, que la interpretación debe apuntar a la causa del deseo.

En cierto modo, esta es la perspectiva que Lacan ya indica en Función y campo de la palabra y el lenguaje” cuando plantea que el análisis es el arte de suspender las certezas. La propuesta debe completarse con el Lacan posterior. Suspendemos las certezas como condición para el advenimiento de una nueva certeza, una certeza que proviene de lo real. El corte, en este sentido y como modalidad privilegiada de interpretación, no es lo que se opone al equívoco sino que está en otro nivel. Este es el caso del corte de sesión. No tiene la intención de producir un nuevo significado. Un corte en cualquier momento, independientemente del significado de la oración, y sin el objetivo de producir una nueva búsqueda de sentido, constituye la verdadera orientación de lo real.

En la medida en que la operación analítica produzca una brecha, una separación entre lo que el sujeto es y lo que él cree que son sus objetos de goce, puede surgir un deseo marcado por una diferencia. De modo que el análisis opera una separación, y en la medida en que esto ocurre, el sujeto está en posición de ser causado por el objeto del deseo. Por tanto, la causa del deseo es el resultado de la operación de separación entre el sujeto y sus objetos plus-de-gozar.

Es cierto que el equívoco como modalidad de interpretación es fundamental. Jugar con equívocos es lo que permite contradecir el significado y operar sobre el síntoma. La cuestión es que la operación analítica no es solo una operación sobre el síntoma. Además de esto, se trata de ceñir lo imposible para pasar de la impotencia a lo imposible que prepara el “yo soy eso” del final del análisis.

Entonces, el “yo soy eso” tiene al menos una dimensión de alivio. Tocar lo imposible nos saca del lado del “no puedo”. Este es el principal efecto beneficioso de la castración. Ceñir lo imposible, como sugiere el discurso analítico, se traduce en la posibilidad de tomar decisiones. Se trata de la operación analítica que Lacan se pregunta: “queda por ver en qué posición debemos estar, cómo debemos mantenernos, para poder operar allí correctamente.” (1965, 5/5/1965).

Esta es una pregunta a la que vuelve, lo que demuestra su importancia, esta vez, con una formulación cercana a la anterior, en torno a saber cómo operar. Por eso, avanza al final de su enseñanza: “El sujeto supuesto saber ... desde donde apoyé y definí la transferencia ... ¿se supone que sabe qué? ¿Cómo operar? Sería bastante excesivo decir que el analista sabe operar. Lo que necesitaría es saber operar correctamente, es decir, que dé cuenta del alcance de las palabras para su analizante, lo que incuestionablemente desconoce”. Una vez más vemos que el analista no puede limitarse a encarnar al sujeto supuesto saber mientras espera que el sujeto en el análisis capte cuál es la causa de su deseo. El analista inicialmente ignora el significado de las palabras para un analizante y, sin embargo, sabe que por el corte puede haber una mejor disposición para el sujeto. Lacan lo formula de la siguiente manera:

 

Es en eso que el uso del corte en relación a lo simbólico corre el riesgo de provocar, al final de un psicoanálisis, una preferencia dada en todo al inconsciente. Quiero decir que, si las cosas son tales que funcionan un poco mejor para la vida de cada uno, es decir, poner así el acento sobre la función del saber de l'une-bévue por la cual yo traduzco el inconsciente, se puede hacer que efectivamente eso se disponga mejor. (1968-1969, 14/10/1976).

 

Tenemos una vez más la prueba de que para estar a la altura de su tarea y, por tanto, digno de transferencia, el analista debe saber que el decir del sujeto no se cierne solamente a partir de hacer de semblante de objeto a para el analizante. El advenimiento del decir del analizante al final del análisis se prepara desde el principio. Un corte inicial es una condición requerida, luego el corte como práctica interpretativa, durante el análisis, aunque no sea la única modalidad de interpretación, será el índice de un analista digno de su función.

 

Traducción del francés y edición: Rodrigo V. Abínzano

Corrección y edición: Juan Manuel Moraña

Revisión final de la traducción: Matías Laje

 

Referencias Bibliográficas

-Lacan, J. (1966), « D’une question préliminaire à tout traitement possible de la psychose », dans Écrits, Paris, Le Seuil.

-Lacan, J. (1966a) « Subversion du sujet et dialectique du désir dans l’inconscient freudien », dans Écrits, Paris, Le Seuil.

-Lacan, J. (1965). Le Séminaire, Livre XII, Problèmes cruciaux pour la psychanalyse.

-Lacan, J. (1968-1969). Le Séminaire, Livre XVI, D’un Autre à l’autre, Paris, Le Seuil, 2006.

-Lacan, J. (1977-1978). Le Séminaire, Livre XXV, Le moment de conclure.


[1] El autor se refiere aquí a la extensa nota a pie que Lacan añade en la edición de 1966. En la edición castellana (Siglo, XXI, 2008) la misma se encuentra en la página 530. (NdE). 

[2] Hay edición castellana. Carlyle, T. (2017). Sartor y Resartus. Biblok editores. (Original de 1833). (NdE).

[3] Estos fueron los equivalentes en castellano que seleccionamos de las expresiones en francés utilizadas en el original j’ai coupé les ponts y je me suis coupé du monde (NdT).



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