Parto de la afirmación de Lacan “el inconsciente es la política”, frase que pertenece a la clase del 10 de mayo de 1967 del seminario 14 La lógica del fantasma, voy a intentar articular lo que está en juego en dicha afirmación­­­­­­. Para ello comienzo por la idea de inconsciente.

Lacan decía en 1953, en “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” que el inconsciente es el discurso del Otro, es decir que somos como hemos sido hablados, el lenguaje deja marcas inaugurales en el ser que encausarán una forma determinada de gozar. En la afirmación “El inconsciente es el discurso del Otro”, la idea de discurso como aliado al goce esta desde muy temprano en su teoría.

Define al inconsciente en estos términos “El inconsciente es aquella parte del discurso concreto en cuanto transindividual que falta a la disposición del sujeto para restablecer la continuidad de su discurso consciente” (Lacan, 1953, 248) y continua, “El inconsciente es ese capítulo de mi historia que está marcado por un blanco u ocupado por un embuste: es el capítulo censurado. Pero la verdad puede volverse a encontrar; lo más a menudo ya está escrita en otra parte” (Lacan, 1953, 249). A continuación detalla los lugares donde la verdad aparece: los monumentos (el cuerpo como territorio del síntoma), los documentos y archivos (recuerdos infantiles), en la evolución semántica (el stock de las acepciones que son particulares y hacen al estilo), en la tradición (leyendas y mitos de la historia heroificada personal) y finalmente en los rastros (que conservan las distorsiones necesarias para la verdad ficcionada).

Lacan también define el inconsciente, esta vez en el discurso de Roma, con la fórmula “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”, dando todo el valor al descubrimiento freudiano lo que quiere significar es que entre el sujeto y su constitución como tal hay una relación previa al significante, es decir, el sujeto nace y es bañado de lenguaje, de significantes que lo preceden y que moldearán su carne.

La definición de inconsciente estructurado como un lenguaje es también una indicación, puesto que no afirma que está estructurado como el lenguaje sino como un lenguaje.

Y nos dice en el seminario …O peor, que el lenguaje del que se trata es el lenguaje en el que se puede diferenciar al código del mensaje, entre otras cosas. Sin esta distinción mínima no hay lugar para la palabra que es la función y el lenguaje es el campo. Un lenguaje en el que sea posible diferenciar, puesto que la palabra define el lugar de la verdad para el sujeto, en la misma medida que, por su estructura de ficción y de engaño, es el instrumento de su mentira. El significante inaugura al sujeto, lo habita y crea en el un campo: lo inconsciente.

En el seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, nos dice que los significantes organizan de manera inaugural las relaciones humanas, dando las estructuras a esas relaciones, modelándolas.

Es decir que el sujeto, marcado por el lenguaje, tendrá una marca con la que tendrá que ser, el significante está antes que su cuerpo, lo vuelve cuerpo, un cuerpo siempre extranjero por su efecto, que constituye al parlêtre, transformado por la lengua, es decir que el cuerpo requiere pasar por el lazo al Otro para constituirse.

Lacan no renuncia a la idea de inconsciente freudiano, atribuyéndole la función de causa, producto de una hiancia, hiancia que es obertura, enigma, y lo que se produce en esta hiancia es traducido como hallazgo, equívocos, fallidos, sueño, síntoma, desde ahí el inconsciente opera sin tiempo, es discontinuo, siempre se presenta como una vacilación, como una irrupción, irrumpe, emerge, quiebra la continuidad del discurso común.

Si pienso en esta idea de discurso común, el discurso de la polis, del pueblo, esto me lleva a la idea que el significante “política”, es evidente, que atraviesa todo la organización humana de la cultura, desde las ideologías, las normas, los códigos sociales que permiten que podamos convivir con cierta y fallida regulación del malestar.

A mi entender esta es la idea de discurso de Lacan, ese intento de regulación de los goces por el lazo social. Los analistas trabajamos con los problemas del mundo, con un sujeto en el mundo, con el malestar que le es inherente y se multiplica gracias a la inclusión en la civilización del discurso de la ciencia y los efectos que produce.

Trabajamos con un sujeto, que deriva de un malestar en la polis. Es la plataforma donde el analista debe ofrecerse para dirigir las curas no sin táctica y menos aún sin estrategia. En La dirección de la cura… Lacan señala “el analista es aún menos libre en aquello que denomina estrategia y táctica: a saber, su política, en la cual haría mejor en ubicarse por su carencia de ser que por su ser” (Lacan, 1958, 569). Es decir que la política de la que se trata dentro del marco de la dirección de la cura no se puede pensar sin táctica y estrategia. La interpretación como táctica, el uso de la interpretación el cual depende de la coyuntura determinada en cada cura, cimentada en la lógica del caso por caso donde no es posible, si se sigue una ética, fijar a priori la oportunidad de una interpretación, ella surge de dicha coyuntura del caso; la estrategia la puedo pensar en relación a la posición que el analista toma en la modalidad de la transferencia  y como político el pensamiento y la argumentación que cada analista construya, en su formación, acerca de las metas y el lugar que ocupara en las curas que conduce, es decir su mirada de la idea de fin de análisis. Entonces la política de la cura concierne y designa desde sus objetivos a la formación del analista.

Intento distinguir la política en el psicoanálisis de la política general, y entiendo también a la segunda como los sistemas de pensamientos que arman las plataformas partidistas, la política común intenta regular, gobernar esas formas de gozar de los sujetos en lo colectivo.

En cambio, a la política del psicoanálisis, es una práctica de lo real, de los goces que enlazan a los sujetos proletarios del significante, esas formas de goces que habita y demarca cada discurso. La política planteada por Lacan como propia del psicoanálisis se distingue de los partidismos en un punto nodal; los políticos y los sistemas sociales, prometen una organización tal que si el sujeto renuncia a ciertas cosas y las intercambia por ciertas otras, llegará a la felicidad, y esa es la gran promesa: la felicidad. Es decir que los partidismos son formas de gerenciar la idea de felicidad.

La demanda de felicidad se volvió una causa común, un requerimiento del gobernado al gobernante y también del analizante al analista y aquí se delinea una diferencia fundamental en la posición política que demarcara como se posiciona el analista frente a esta demanda. De esta forma la felicidad convertida en un factor fundamental del relato político, promete la satisfacción de las necesidades de todos los ciudadanos, esta política del discurso capitalista intenta satisfacer la demanda, con la promesa de satisfacer el deseo. Explota la materia principal del sujeto: su deseo y lo obliga a creer que si hay deseo es justamente porque algún objeto del mundo falta; falta eso que le conviene al goce y teniendo mucho de eso gozara más. Es decir, produce goce en más, un goce de más como capital del sujeto, que no pasara por el lazo social.

Consumismo alocado del proletariado moderno, cuyo deseo de consumir se relanza con cada nuevo objeto del mercado. De esta forma el discurso promete “la” forma de felicidad, el consumo.

Queda evidenciada aquí la dialéctica necesidad- demanda- deseo, sabemos que la demanda puede ser demanda de amor, pero también apunta a la satisfacción. Lacan nos enseña que la necesidad se conoce solo a través de la demanda, de esa lectura forzada que realiza el Otro, para satisfacer parcialmente dicha necesidad, el Otro en esta operación pone en juego su falla y es este intervalo el que permite la demanda de amor, y es entre estas dos demandas propiciadas por la inconsistencia del Otro donde se sitúa el deseo. Pero la pulsión es demanda en si misma, una demanda ininterpretable, silenciosa. Es decir que la política del psicoanálisis se juega también en la posición que toma el analista entre el deseo y la pulsión, como dos formas de demanda.

Lacan en Televisión va a decir “El sujeto es Feliz”, es una idea subversiva del concepto de felicidad ofrecido por la época. Señala aquí que el sujeto es feliz a nivel de la pulsión en tanto que esta puede ser satisfecha, es una demanda que se satisface produciendo un plus de goce.

Freud planteaba la idea de una felicidad posible, episódica, intermitente, parcial, nunca continua y por ello valiosa. Señala:

Lo que en sentido más estricto se llama felicidad surge la satisfacción casi siempre instantánea, de necesidades acumuladas que han alcanzado elevada tensión, y de acuerdo con esta índole solo puede darse como fenómeno episódico. Toda persistencia de una situación anhelada por el principio de placer solo proporciona una sensación de tibio bienestar; pues nuestra disposición no nos permite gozar intensamente sino el contraste, pero solo en muy escasa medida lo estable. Así nuestras facultades de felicidad están ya limitadas por nuestra propia constitución (Freud, 1929, 3025).

Respecto de este argumento freudiano de felicidad se evidencia que el sujeto es feliz a nivel de la pulsión, una felicidad no articulada, efímera.

El analista se ofrece a recibir la demanda de felicidad, pero sabe que la demanda es siempre demanda de otra cosa. El paciente viene demandando felicidad y el analista esta advertido que responder a dicha demanda no resuelve la cosa. Al decir de Lacan “Hacerse el garante de que el sujeto puede de algún modo encontrar su bien mismo en el análisis es una suerte de estafa” (Lacan, 1959-1960, 361).

Lacan en el seminario de la Ética nos dice:

Esto es lo que conviene recordar en el momento en que el analista se encuentra en posición de responder a quien le demanda la felicidad. La cuestión del Soberano Bien se plantea ancestralmente para el hombre, pero el, el analista, sabe que esta cuestión es una cuestión cerrada. No solamente lo que se le demanda, el Soberano Bien, él no lo tiene, sin duda, sino además sabe que no existe. Haber llevado a su término un análisis no es más que haber encontrado ese límite en el que se plantea toda la problemática del deseo (Lacan, 1959-1960, 357).

 Lo que se nos demanda debemos llamarlo con una palabra simple, es la felicidad. Nada nuevo le traigo aquí – una demanda de felicidad de happiness como escriben los autores ingleses en su lengua, efectivamente de eso se trata…El asunto tampoco se ve facilitado debido al hecho de que la felicidad devino en un factor de política (Lacan, 1959-1960, 348).

Esta promesa de felicidad del discurso de la época, transformada en una causa política, abarca la satisfacción de las necesidades para todos por igual, es la promesa del discurso capitalista de satisfacer el deseo y de cuantificar los goces. Y la eficacia del discurso político se relaciona a esa promesa de felicidad como una garantía de bienestar.

Si los discursos operan sobre las exigencias de goces, intentando, regularlos sin lograrlo completamente, puesto que siempre quedan restos de goce a la deriva en cada individuo, que no encaja en ningún lado, el sujeto buscara un analista para hacer que la cosa encaje, para que responda a esa demanda. Aquí la política del psicoanálisis interviene como una discontinuidad, como una abstinencia, como una separación de ese “para todos felices”. Así la cura se daría como una añadidura a esa apuesta de querer saber, como una añadidura anticapitalista, que discurre entre el saber y el horror.

Hacer del inconsciente la política es afirmar un hecho de discurso, es decir que el discurso inconsciente no es el del sujeto sino el del Otro.

Sabemos que el deseo no es algo colectivizable, el psicoanálisis, entonces, apunta a la diferencia a lo imposible de universalizar, es decir lo real en juego en todo discurso. La política del psicoanálisis intentará cambiar algo de la economía del goce establecida entre el sujeto poseedor de ese goce universalizado y el discurso que intenta administrar la forma de gozar. Pero el psicoanálisis no intenta administrar ese plus de gozar, solo lo elucida hasta producir, como señala Colette Soler:

La condición absoluta, el eso y ninguna otra cosa, el objeto que no tiene equivalente, que no puede colectivizarse, que no vale para ningún otro. Entonces, el psicoanalista, en el sentido de psicoanalizado, es aquel que asume con conocimiento de causa lo que para él es imposible de universalizar. No por ello sale del mundo, pero se separa de los mandatos discurso corriente y hace de esa separación una causa (Soler, 2007-2008, 761).

En la clase del 10 de mayo de 1967 Lacan enuncia “Si Freud ha escrito en alguna parte que la anatomía es el destino, habrá quizás un momento en el que se volverá a una sana percepción de lo que Freud ha descubierto, se dirá, no digo la política es el inconsciente, simplemente: el inconsciente es la política”

Decir el inconsciente es la política me parece distinto a decir que el inconsciente es político. El inconsciente es esa política de la cual el análisis invita a ser responsable, y es más rimbombante, escabrosa y rebuscada en la medida en menos se quiera saber de ella. El inconsciente es la política, esa basada en una plataforma agujereada, donde reina la no proporción, donde la relación sexual no existe, donde el que apueste a advertir algo de su saber tendrá que vérselas con la falta.

Querer saber de esa política es la primera apuesta del analizante, y esa toma de posición es absolutamente genuina, individual. Más allá de que existan formas de tipo estructurales, hay una individualidad, un real que abarcar algo que no encaja en ningún lado, que se suelta, que hace estragos. Donde el cuerpo hablante se opone al supuesto cuerpo individual producto de la ciencia, ese cuerpo extranjero habla y testimonia del discurso como lazo social, se enlaza a una forma de gozar que se encausa en el cuerpo, de ahí puedo entender el decir de Lacan: “… la anatomía es el destino… el inconsciente es la política”.

 

Referencias Bibliográficas

-Cevasco, R. y otros (2013): Analizando el cuerpo. La vigencia política del psicoanálisis. S&P Ediciones.

-Freud, S. (1929-1930) : “El malestar en la Cultura”.  Obras Completas, Tomo III. Traducción López Ballesteros y Torres. Editorial el Ateneo.

-Lacan, J. (1953): “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”. Escritos Tomo I. Siglo XXI Editores.

-Lacan, J. (1958): “La dirección de cura y los principios de su poder” Escritos, Tomo II. Siglo XXI Editores

-Lacan, J. (1959-1960): El Seminario de Jacques Lacan. Libro 7: La Ética del psicoanálisis, Ediciones Paidós.

-Lacan, J. (1966-1967): El Seminario 14: La Lógica del Fantasma. Inédito.

-Lacan, Jacques (1971-1972): El Seminario de Jacques Lacan. Libro 19: …O peor, Ediciones Paidós.

-Soler, C. (2007-2008): Comentario de la Nota Italiana de Jacques Lacan. Asociación Foro del Campo Lacaniano de Medellín.

-Soler, C. (2016): “Incidencia política del Psicoanalista”. Incidencias Políticas del Psicoanálisis 2. S&P Ediciones



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