(Un que -hacer para estar a la altura.)
“…engalanarse con mis plumas,
y todo para presumir que han hecho
un artículo con fundamento.”
(Lacan, 1967, p. 143).
¡El que esté libre de pecado que
arroje la primera frase “mántrica”! No podría hacerlo, tengo las mías. Cada vez
más advertida de ponerlas en cuestión, enriquecimientos del ejercicio de la
práctica, el análisis, el estudio de la doctrina, la supervisión. Pensaba que
esas frases slogans, tipo logos, también son parte de aquello que hace a la
existencia del psicoanálisis, restos de enseñanzas, transmisiones, parte de la
propaganda psicoanalítica. ¡Qué hacer con esos residuos, es la apuesta!
En la invitación a escribir para
este nuevo número de Aun, me propuse
pensar acerca de qué refiere ese “estar a
la altura del sujeto” (Lacan, 1967, p. 62), frase que tiene como antecedente, esa otra
frase-slogan “Mejor que renuncie quien no
pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época”
En el año 1953, Lacan da ese famoso
Discurso en Roma. Si bien esta frase la encontramos en el Escrito que Lacan
produce en torno a ese Congreso, y no en el discurso mismo, podemos afirmar que
es una frase del estilo “tiro por elevación”. Les habla a los analistas
presentes, sobre todo se dirige a los estudiantes, pero les pega con la frase a
los llamados “pos freudianos”, aquellos que han hecho del psicoanálisis una
serie de interpretaciones “mántricas” que no producen efecto alguno en relación
al inconsciente. Que han hecho del psicoanálisis una psicología del Yo, y de la
experiencia analítica una comunicación intersubjetiva. Han vaciado al
psicoanálisis de su esencia, han dormido al inconsciente. Interpretaciones
standarizadas de los analistas como canciones de cuna, adormecen. Como él mismo
dijo en 1967, en Psicoanálisis. Razón de
un fracaso. el
discurso del ´53 intentaba interrogar la práctica y renovar el tan vapuleado
estatuto del inconsciente.
Celebro esta invitación a escribir,
ya que nosotros también podemos poner el psicoanálisis a dormir. (Nadie
Duerma!) O más de época, hacer del psicoanálisis un compendio de frases de
remeras, o un muestrario de frases tatoo. Recortar una frase y usarla como un
slogan, repetirlas, hacer de las palabras un símbolo, o de la doctrina una
religión, eso no remite más que a una detención. Puro chirimbolo que no dice
nada, que ha sido llenado de sentido a riesgo de perder la posibilidad de su
eficacia, vaciar a la transmisión de su eficacia.
¿Qué querrá decir “estar a la altura del sujeto”? ¿” Qué Que-erra” esa frase? Emprendo con ella
una errancia, la saco a pasear, la llevo de un lado al otro. ¿De dónde la
sacamos? Es una indicación dada por Lacan en una conferencia que fue, junto a
otras dos más, publicadas bajo el título “Mi enseñanza”, en el año 1967. Voy a
suponer entonces, que esta indicación, es una indicación que enseña, que señala
algo. Errar, fallar es amiga de la eficacia. Otra frase de remera: acto fallido, acto logrado.
Divido la frase, introduzco un corte.
Estar a la altura refiere cierta medida, en relación
a algo que se espera sea de un modo tal, que cumpla con ciertos requisitos, con
ciertas condiciones. También refiere a una dimensión, un lugar que implica una
distancia x a un punto de
referencia.
No Estar a la altura señala una deshonra. Recuerdo aquello que Lacan dice
sobre los pasadores en "La Nota Italiana": “…los pasadores se deshonren
allí al dejar la cosa incierta” (1973, p. 329). Luego, Colette Soler en Comentario sobre la
Nota Italiana dice: “¿Por qué ese término “deshonrarse”? Pondríamos comentarlo. Es decir que no se está a la altura de la función del pasador, lo cual da una idea de lo que para Lacan debía de transmitirse más allá de todo el material de los dichos…” (2007-2008, p. 106).
Estar a la altura del sujeto es una transmisión, es aquello que Lacan nos enseña. Dar
cuenta de la experiencia freudiana, la experiencia del inconsciente.
Estar a la altura, revela qué tan lejos ha podido el
analista en su hacer analizante, franquear el horror que el atravesamiento
fantasmático genera en torno al saber. Una y otra vez, deconstruir eso que con
tanto trabajo se construyó cada quien, para soportar el hecho de ser hablante,
para soportar que no haya relación sexual, ni mucho menos textual, entre el
dicho y el decir.
Estar a la altura, asumir las consecuencias, las de
llevar al inocente al encuentro con lo no sabido, por haber estado en ese mismo
lugar, en el del sujeto supuesto al saber, demandando una respuesta. La
consecuencia es el resultado de algo, lo que de allí deriva, cae, concluye. Son
los efectos. Si Lacan le habla al analista 2, al que formaliza su acto, debe
dar cuenta de haber estado a la altura
del sujeto, poder dar cuenta de las consecuencias de su práctica.
Estar a la altura, ¿Qué es lo que se espera? ¿Una respuesta? Afrontar algo del orden de un
requerimiento, de cierta exigencia. Desde esta perspectiva, adquiere un tono
imperativo. Un tufillo moral. Por otra parte, implica algo del orden de la
esperanza, en el sentido de creer que es posible lograr estarlo.
“¿Qué se espera del psicoanálisis y del psicoanalista?” (Soler, 2004), es el título de una conferencia de
Colette Soler (2004). Ella dice, que es un título que le proponen y acepta,
porque es un tema de actualidad. Allí entre otros desarrollos, menciona la
“violencia del acto analítico” y remite esa violencia a la diferencia necesaria
entre lo que se espera y lo que sucede. Como toda (no)relación entre la demanda
y el objeto, hay una brecha, una hiancia, tierra fértil para la emergencia del
sujeto, que no solo es supuesto, sino que está tachado, dividido, por el hecho
de ser-hablante.
Entonces, estar a la altura del sujeto, no sería ponerse a la altura del
sujeto, empatizar con ese que habla, nos habla, comprenderlo, ponernos en sus zapatos. Estar a la altura del sujeto, no es hacer del
análisis una intersubjetividad, una comunicación. Un sujeto no es yo, un sujeto
es lo que representa un significante para otro significante.
Su-posición.
¿Dónde se ubica un analista? Si el
analista es al menos dos, el del acto, que no es más que una función, y aquel
que la encarna y debe dar cuenta de ese acto, formalizarlo, ¿a cuál de los dos
analistas referirá Lacan cuando enuncia ese “estar
a la altura”? Al analista de la comunidad de analistas, ese que se congrega
con otros para transmitir y/o enseñar el psicoanálisis, o el analista que está
en el lugar de semblante de a, lugar
de causa. ¿Es posible suponer el acto o justamente el acto analítico sucede de
modo tal que destituye las suposiciones? Claro que, al inicio, el acto
instituye una suposición, la del sujeto supuesto al saber, y luego, acto tras
acto, el analista cae de su-posición, la del saber. Posición del analista,
su-puesto, depuesto de(su)posición.
Respecto de esto, una experiencia. Recibo en
consulta hace unos meses a une joven (ya empiezo a incomodarme)
Va de nuevo...
Hace unos meses recibo en consulta a Lou, es
el nombre que eligió, porque es no binario. “de a ratos me identifico más con
una mujer y de a ratos más con un hombre”, comenta Lou sobre su elección de
nombre, y relata, acto seguido el enfurecimiento que le genera que su madre
insista en usar su “dead name”, o que no hable en lenguaje inclusivo.
Apunto en mi mente: ni se te ocurra decirle
Lurdes.
Empiezo a trabarme al momento de hablarle, “lingua presa”, a veces hablo en
inclusivo, a veces en patagones, a veces, por suerte, no hablo. Escucho.
Cuenta: “Busqué en Tic Toc y miré
varios videos de YouTube sobre la identidad de género, y ya sé qué soy: soy no
binarie, pan romántica, asexuada.” Dice que le pidió a Andrea (Nombre de su
madre. La madre explota de rabia cuando la llama por su nombre y no por como
ella se “auto percibe”: mamá).
A la siguiente sesión, viene con unos apuntes,
y empieza a exponer lo que había encontrado en internet sobre lo que le pasa:
“trastorno disfórico de la personalidad” Enumera uno a uno los ítems, los lee y
por sobre el barbijo levanta los ojos, grandes, enmarcados con su flequillo
verde, y me mira… escucho atenta. Cuenta que tanto con la “identidad de género”
como con “El trastorno disfórico de la personalidad”, tuvo que hacer cuadritos,
con casilleros, para explicarle a su madre, ¡qué no entiende nada!, cuales
casilleros son los que ocupa, en cuales clasifica.
Al tiempo se nombra en femenino, y
aún lo sigue haciendo. Se puso de novia con una amiga, relación que duró unos
meses, ya que “nos exigíamos ser novias como se debe”. Cuando le pregunto sobre
esto: “hay que verse seguido, comunicarse, contarse cosas importantes, pero
todo eso es muy difícil de sostener, entonces decidimos dejar de ser novias”.
Cuando Lou viene a la primera
sesión, me dice que necesita hablar con alguien que entienda de qué habla. En
un momento, advierto la incomodidad de querer hablar como suponía que ella
quería que hable, en inclusivo, porque suponía que eso iba a jugar a mi favor
en la transferencia, y que Lou no se iba a ir en una estampida como suele hacer
con su madre. Cuando advertí que lo que hacía era “ponerme en el lugar de”,
aggiornarme a la época, caí. Caí en la cuenta de que eso distaba mucho, no sé
si más alto o más bajo, o quizás en algún costado, de la función del analista.
Interrogar esa incomodidad,
advertirme en esa (su)posición, permitió ponerme a la altura del sujeto.
Colette Soler adjetiva el acto
analítico como violento, sobre todo al inicio cuando recibimos un sufriente, y
lo invitamos a hablar. Lo situamos en el lugar de ser responsable de eso que
padece. En ese punto el inocente, engatusado por el amor de transferencia,
embriagado por el efecto de encontrarse con alguien que lo escucha, como nunca
jamás lo escucharon, habla. Responde a la regla analítica fundamental. Le ofertamos
una alienación por otra, salvo que, en el horizonte opera, la promesa de
separación. Pero como todo enamoramiento se apoya en el engaño, corremos el
riesgo de caer en la trampa, y por un momento en creer que hablamos el mismo
idioma. Ya lo dijo Julio[2],
“estar de acuerdo es la peor de las ilusiones”.
“El que escucha, el analista, escucha con la perspectiva de
la interpretación. Es decir, una perspectiva que intenta captar, cernir, lo que
el sujeto mismo no sabe que dice, no sabe qué significa, y que quizás no quiere
significar tampoco” (Soler, 2004, p. 227).
Entonces, esta experiencia que
traigo para compartir en esta nueva edición digital de Aun, me recuerda a aquello que Lacan dijo sobre hacer lugar a lo
que entra por la ventana, lo que, de la época, la moda, los discursos actuales
traen nuestros analizantes, sin olvidar que se trata de significantes, y que
solo remitirán a otros significantes en la apuesta a la emergencia de un
sujeto. Sujeto que demanda un saber del Otro, asegurándose un no saber.
¿Hay alguna perspectiva para el
analista que no sea la de la interpretación? Si la escucha del analista tiene
una perspectiva de época, o fuera de época, pero en todo caso ideológica,
¿operará como analista? ¿O lo que sucederá en el recinto analítico será, en el
mejor de los casos, una psicoterapia psicoanalítica? Ahora bien, si del
analista que se trata es de aquel que formaliza la experiencia analítica,
¿cuánto, de su decir teórico, estará mediado por sus ideologías o
cosmovisiones? Quizás eso también dará alguna señal acerca de ese “estar a la altura del sujeto”.
Referencias Bibliográficas
-Lacan, J. (1953). Función y Campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis. Escritos I. Ed. Siglo XXI.
-Lacan, J. (1967). Mi Enseñanza. Entonces, habrán escuchado a la Lacan. Ed Paidos.
-Lacan, J. Otros Escritos. Ed. Paidos.
-Soler, C. (2004). ¿Qué se espera del psicoanálisis y del psicoanalista? Ed. Letra Viva.
-Soler, Colette. (2007-2008). Comentario de la Nota Italiana de Jacques Lacan. Ed Asociación Foro del Campo Lacaniano de Medellín.
[1] Modificación de la frase
realizada por Erica González (Miembro del Foro Patagónico del Campo Lacaniano.
Miembro de la Escuela de los Foros del Campo Lacaniano), sobre una frase
utilizada por Moria Casán, actriz y vedete argentina, para referirse a aquellos
que usan su fama para lograr reconocimiento mediático.
[2] Julio Cortazar. Escritor,
profesor y guionista argentino (Bruselas –Bélgica–, 26 de agosto de 1914 -
París –Francia–, 12 de febrero de 1984.)