No hay manera por la que un psicoanalista pueda despreocuparse de la política. No de la política cotidiana fáctica, sino de la política en la medida en que es el arte de los fines y los medios. Por cierto, Freud y Lacan estaban muy interesados en ello. Ambos, incluso, desarrollaron sus propias teorías de la organización social sobre la base de lo que el psicoanálisis les había enseñado. Teorías de los vínculos que operan en la Sociedad, y de la gobernancia que legisla en todos los niveles, tanto en el trabajo como también en lo que solían llamarsecostumbres”; esa mezcla de hábitos e ideales que regulan la higiene de las prácticas corporales íntimas, así como las relaciones basadas en pautas educativas en uso. 

 

Por lo tanto, cualquier evento traumático, guerra o pandemia, es una nueva interpelación para los psicoanalistas. Hubo un vasto debate, que continuó durante la mayor parte del siglo pasado, entre las llamadas ciencias sociales y el freudismo. Básicamente, se trataba de si el motivo de la acción humana era el mismo a nivel colectivo e individual, dos niveles que a menudo suelen oponerse entre . Pero, aun así, el colectivo de la política y el individuo del psicoanálisis no tienen la preocupación por los vínculos sociales en común. En otras palabras, ¿qué permite a los seres humanos vivir juntos, formar una sociedad, o formar pareja?

 

Sin embargo, la pregunta no es sencilla. Por un lado, está lo que el político puede hacer al psicoanálisis una vez que este último presupone un consentimiento social y, por el otro, el problema del impacto político del psicoanálisis en la comunidad. Digamos primero unas palabras sobre la política del psicoanálisis.

La política del psicoanálisis

Lacan fue el primero en utilizar el términopolítica” -también dice “ética”- del psicoanálisis, para referirse a los propósitos de la dirección de cualquier psicoanálisis. El término es apropiado, y se relaciona con cómo el propio Freud veía una preocupación como vínculo social en las tres disciplinas que calificó de imposibles: gobernar, educar y psicoanalizar. ¿y por qué deberían ser posibles? ¿no es que el ser humano implica algo inmanejable? Hablo del psicoanálisis en singular porque, a pesar de los conflictos dogmáticos y de la Babel de las lenguas, hay una unidad de psicoanálisis.

No es ideológico, sino práctico y... freudiano. Depende del proceso inventado por Freud. El discurso de una persona se libera de todos sus censores para acercarse a su verdad, y el discurso del otro -el analista- se limita a la interpretación de un dicho que indica, pero no dice nada sobre el remitente. El poder de este proceso está más allá de quienes entran en él: solo lograrán lo que los efectos del habla y el lenguaje permitan; esta será la oportunidad para que verifiquen su parte de lo real, es decir, su imposible y su limitación.

 

La política que llamamos “la política del psicoanálisis” es, por lo tanto, interna a su campo, característica de su discurso. Lo que está en juego son sus fines específicos y, digamos, aquello que puede prometer concretamente a cada uno de los que deciden dedicarse a ella para resolver los inconvenientes de sus síntomas. Esta política no es homogénea. El método freudiano, del que todo psicoanálisis parte, define el campo en su interior, pero, sin embargo, no conduce a una unidad de sus orientaciones políticas. En particular, no llega, o, mejor dicho, no lo hizo históricamente, a unificar las concepciones del equilibrio final de un psicoanálisis en términos de lo que en última instancia es posible obtener en relación con las dos grandes áreas en las que se manifiestan los puntos muertos del inconsciente, a saber, el trabajo y el amor sexual.

En la política, tomada ahora en sentido amplio, lo que está en juego es siempre la disposición de los vínculos que permitan a diversos individuos convivir de manera regulada, más o menos pacíficamente. El discurso garantiza esta función, primero por la educación, con o sin religión, y luego a través de las instituciones, principalmente la escuela. En todo caso se trata de someter a los cuerpos a prácticas aceptadas,"corpo-rection" dice Lacan, y de transmitir ideales y valores al individuo que se imponen colectivamente. Así, por ejemplo, la historia comprende períodos en los que las personas pueden elegir morir en lugar de "vivir de rodillas", como dice el refrán.

Viviendo de rodillas, aquí tenemos una medida del peso de las metáforas corporales, y sabemos cuánto especuló Freud sobre la postura erguida del hombre. No hay política que no establezca normas y, cuando falla, bueno, la policía se hace cargo, lo sabemos bien: no hay civilización sin policía. Lo político siempre funciona por una norma explícita o implícita.

Ahora, este no es el caso con el psicoanálisis, incluso si tampoco funciona por lo contrario de la norma. Por simplemente aplicarse a las causas de la conducta humana, a la causalidad, el psicoanalista trata con lo que limita el imperio de las normas, y esto es siempre una singularidad irreductible e intransigente. En esto, analizar no es educar, y un psicoanálisis no es ortopedia. Esta, por cierto, es la razón por la que Freud fue capaz de declarar que gobernar y educar son, en la misma medida que analizar, profesiones imposibles. Y eso es porque cada una de ellas opera en un área que no controla, en el que choca con deseos, pulsiones y goces indomables. La medida que se toma sobre esta realidad es siempre parcial -profesiones imposibles-, pero el psicoanálisis se distingue por añadir a ella la búsqueda de la causa inconsciente única para cada sujeto.

 

En el movimiento del Campo Lacaniano en el que trabajo, el trauma del COVID-19, -¡y es uno!- ha producido, después de un momento de estupor, una especie de despertar, un sentimiento de urgencia entre los psicoanalistas. Una urgencia por repensar su lugar y su función dentro de estas nuevas circunstancias externas. Esta preocupación ha marcado todo el siglo pasado del psicoanálisis una vez superado el entusiasmo combativo de sus inicios. ¿Cuáles son las opciones que el gobierno del colectivo de la sociedad deja a este discurso del psicoanálisis? Contrariamente a los demás, el discurso del psicoanálisis se caracteriza por el hecho de que uno solo se involucra en ella por elección. En consecuencia, es imposible que ignore el estado de mentalidades que dan forma a lo político. Por lo tanto, necesita un diagnóstico actualizado para saber "a dónde lo lleva su edad" (Lacan, Ecrits). Esta es la pregunta que estoy planteando a nuestra era, y que abordaré hoy.

 

Con el COVID se ha dicho, y los medios de comunicación lo recogieron, "¡nada volverá a ser igual!" ¿Pero igual a qué? ¿No ha llegado la pandemia a un mundo que ya era nuevo?

 

“El mundo de ayer

De hecho, Freud pertenece a lo que Stefan Zweig llamó tan bonitamente El mundo de ayer. Esencialmente, fueron las dos grandes guerras y los grandes saltos en las ciencias los que dieron a luz al mundo de hoy, sobre los restos de las esperanzas puestas en el nuevo hombre, en el siglo 20. El mundo del pasado todavía era, para decirlo sucintamente, el reinado del Uno (en mayúscula), del amo. Para Freud fue llamado “el Padre”, tanto en lo colectivo como para cada individuo. Basta pensar en la Psicología de las Masas y Análisis del Yo, en el que muestra que los deseos, demandas y pulsiones de las masas humanas que asaltan la política, son los mismos que los de cada sujeto tomado uno por uno. Desde el principio hasta el final, están controlados por su relación con el Padre-Amo.

De esta manera, los jefes políticos del ejército, la Iglesia y el Estado serán, para cada miembro de la multitud, lo que el padre edípico es para el niño, es decir, un objeto libidinal idealizado que se presta a la identificación y condensa los afectos del amor y el odio que son tan ambivalentes como poderosos. A esto hay que añadir que este mismo amor infantil por el Padre crea horizontalmente solidaridad entre los miembros del grupo, e incluso fraternidad animada por el ideal de justicia, aunque, ciertamente, trae acarreado el precio de la segregación, como señala Freud.

 

Con Tótem y Tabú, y su mito del asesinato del padre primordial, este orangután sosteniendoen posesióntodas las hembras, Freud coloca el amor póstumo por el Padre en el origen del cemento social entre los hombres, en este caso en el sentido de género y la posible relación de cada uno de ellos con el otro sexo.

 

En Moisés y el Monoteísmo, sin duda un texto tremendo, sigue colocando al Padre, pero esta vez a un padre menos visceral, en el origen de lo que podríamos llamar una política de la razón.

 

Aquí, Freud hablaba de una sociedad organizada por lo que Lacan formalizó como el discurso del Amo, un orden jerárquico en el que el vínculo del discurso implicaba un significante Amo que comandaba al otro: El padre, cabeza de familia, el grupo familiar de mujeres y niños; así como una vez el amo de la Antigüedad comandaba a los esclavos, y el ejército o líder de la iglesia mandaba a sus soldados o a los fieles.

 

Nuevo orden

Hoy, este orden del amo ya no es hegemónico, asaltado como lo es desde todas partes por la fragmentación de los lazos sociales y las nuevas demandas igualitarias. Ahora exigen algo más que igualdad ante la ley: paridad de hecho; la paridad de hecho es un eslogan muy en boga hoy en día. Nuestro capitalismo financiero actual, -que ya no es el que Marx describió- es indiferente a todo, excepto a la ganancia, su único ideal. Los individuos se reducen a su condición de órgano productor/consumidor, que hace girar la rueda. El capitalismo es indiferente a sus amores, a sus pulsiones y a sus goces, y no ofrece nada más que sus artilugios para ser consumidos y desechados, para que otros puedan ser producidos -pequeños "plus-de- goce"-, como Lacan los llama en analogía con la plusvalía de Marx. De esta manera, deshace los lazos tradicionales y deja expuesto en los cuerpos lo "proletario" -en el sentido antiguo, es decir, carentes de conexiones sociales-. Revela así lo que los órdenes discursivos habían enmascarado -en particular el del amo-, y lo que, después de Freud, no podemos dejar de saber: que los deseos sexuales que acercan los cuerpos fallan en poder crear/establecer una relación entre sus goces. Estos, controlados por el inconsciente, siempre permanecen impulsados narcisísticamente. Esto viene de Freud, pero fue Lacan quien condensó este descubrimiento en su famosa fórmula -"no existe la relación sexual"-. "Haydeluno”, e incluso un Uno en mismo.

 

En el discurso de hoy, estos goces polimorfos son todos igualmente aceptados, mientras que el discurso del amo los estigmatiza como patológicos. Piensen en Krafft-Ebing con su Psychopathia sexualis o en Havelock Ellis. Para ellos, cualquier práctica o modalidad de goce, excepto aquellas en relación con el acto heterosexual, en primer lugar, la homosexualidad, se llamaban perversiones y se consideraban transgresiones de la norma heterosexual. Por cierto, hubo un tiempo, no hace mucho, en que estas llamadas perversiones afirmaban ser subversivas, pensemos, por ejemplo, en Oscar Wilde. El valor de la paridad se ha deshecho de eso. En la relación social-capitalista, la sexualidad mono-normada está terminada, y vemos todo tipo de goce sexual haciendo alarde del mismo a plena luz del día, e incluso exigiendo su legalización. Quieren librarse de la discriminación, ser reconocidos, tener derechos civiles. Las asignaciones a un sexo son a su vez discutidas y la aceptación social sigue a partir de ahí, como lo atestiguan los desarrollos legales.

 

El Uno unificador del amo, que permitió a todos marchar al paso, está en crisis y, en cuanto a la sexualidad, el Uno del Padre, el modelo de heterosexualidad, no es menos. Hoy, lo que manda en todas partes es el Diferencial Uno, que está, por cierto, en sintonía con el ideal democrático. De ahí los crecientes desafíos para todos los que unifican a los capitalizados, al Estado y a los partidos políticos, que contrastan con la sociedad civil, y también a la democracia representativa: queremos votar, pero después impugnamos la autoridad y las decisiones de los representantes electos, etc.

 

Parece como si incluso la ciencia se acercara a la ruina del Uno capitalizado. La física tuvo su camino real en gravitación universal, Newton y su fórmula, luego vino Einstein y sus sucesores, y hoy, a su paso, parecería que incluso en física no habría más camino real. Lo mismo es cierto para la biología que tuvo su significante-amo, creo, en el genoma, antes de fragmentarse en subdisciplinas a lo largo de partes dispersas del cuerpo que probablemente ni siquiera se hayan enumerado todas. En este contexto de proliferación, por supuesto que todavía hay espacios en los que prevalecen los discursos jerárquicos, pero estos discursos sólo sobreviven en lo que yo llamaría células dispersas y más o menos herméticas que existen una al lado de la otra y reclaman precedencia.

 

El colectivo, en el sentido de cohesión, está, por lo tanto, en declive. En cambio, sobrevive como multiplicidad, lado a lado de otros irreductiblemente diferentes. Esto es cierto para el individualismo fanático de nuestro tiempo, pero no menos desde el punto de vista del psicoanálisis: solo hay "individuos dispersos descabalados". (Lacan, Prefacio a la edición Inglesa del Seminario XI).

 

Este es un diagnóstico de las diferencias inscritas en los cuerpos y las subjetividades, las diferencias en el deseo y en los síntomas de goce, que limitan y actúan como contrapeso al universalismo anónimo de la ciencia.  

 

Lacan, que surgió a mediados del siglo pasado, ya no era contemporáneo de Freud, y a partir de la década de 1970 se dedicó a repensar los lazos sociales justo en el momento del gran shock de las revueltas contra el amo, contra la autoridad.

 

En el psicoanálisis de la época, Lacan reconoció un reverso del discurso del amo. De hecho, en el orden libidinal que este último impuso a todos, el psicoanálisis aseguró que se tomaran en cuenta, una por una, las verdades singulares que presiden al inconsciente. Pero, en ausencia de este orden, ahora ya no es la parte inferior de la multiplicidad de individuos gadgetizados que constituimos, lo que también se relaciona al uno por uno. Más bien, es su opuesto, ya que estos individuos son los de las singularidades de los deseos y del goce. Así, su función se convierte más en la de compensación, un "pulmón artificial", como decía Lacan en 1973, en un mundo de homogeneización asfixiante. La metáfora de la respiración llega en el momento adecuado para tomar la medida que más ha sacado a luz el virus, ya que es un gran revelador, en el contexto de lo que acabo de describir, que sin embargo lo precede.

El revelador

El imperialismo global del COVID parece garantizar un "retorno a lo real" del Uno unificador. Con el virus, nadie puede permanecer indiferente a lo que sucede en los confines del mundo. Y listo, aquí tenemos una nueva causa común, que es muy reveladora de un nuevo contexto que hasta ahora apenas ha sido legible. Situaré este nuevo contexto por medio de tres términos: un significante-amo absoluto, un sujeto supuesto saber diferente, y un higienismo novedoso.

 

La situación creada por el COVID-19 ha confirmado una hipótesis que ya elaboré hace algún tiempo, cuando tuve que hablar de psicoanálisis y política frente a la Cámara de Diputados en Roma en junio de 2018. Si nos fijamos en lo que, para el público en general, es el mensaje principal del psicoanálisis desde principios del siglo 20, el énfasis estaba ante todo en el sentido sexual, en un sentido más amplio, en los síntomas sexuales, y esto es lo que se desafió ante todo en la época de Freud -antes de pasar a la doxa- y el inconsciente en mismo quedó en segundo lugar. Sin embargo, Freud pasó a otra cosa a partir de 1920: el concepto de un trauma sexual genérico, que Lacan entendió como resultado de nuestro nacimiento al lenguaje y los efectos del lalangue.

 

Podríamos demostrar fácilmente que esta maldición sobre el sexo ha sido reconocida donde el psicoanálisis se afirmó. Pero hoy en día, otras ansiedades, aparte de las ansiedades del trauma sexual, se han trasladado al cenit social de nuestra época. Son causadas por un real diferente, global, que se refiere a las amenazas a la vida misma con preocupaciones ecológicas: el calentamiento global, la necesidad de protegernos de él y nuestro fracaso en hacerlo, el miedo a que podamos no tener éxito en alimentar a todos y, para los individuos, que es posible que no puedan satisfacer sus propias necesidades. Estas son ansiedades conectadas por todos los discursos sobre el fin anunciado de la supervivencia de la humanidad y el fracaso de su posible autopreservación. Siempre ha habido narraciones apocalípticas, sin duda, pero esta vez no provienen de profetas divinos, ni son la causa de solo unos pocos fanáticos.

Giro existencial

En este contexto discursivo, es probable que esté en curso un giro de las emergencias existenciales colectivamente aceptadas y que tenga un objetivo dominante, incluso único: vivir. Bio-emergencia. Vivir a cualquier precio, ya que la vida está amenazada por todos lados: por el clima, por la precariedad económica, y por los desastres que engendra el capitalismo. En consecuencia, la relación con la muerte ha cambiado su significado. Al menos en nuestras sociedades occidentales, desapareció el tiempo en que podías morir por algo. Por tu país, por ideales, por razones sin las cuales la vida no valdría la pena vivirla. Ahora es la vida desnuda en misma que vale la pena como el primer y más importante valor, y en el aquí de todo lo que se proclama a mismo, apenas creemos en una muerte justificada o justificable. El espacio de heroísmo y cobardía obviamente se ha reorganizado para detener la muerte. ¿No es esa la emergencia dominante ahora, que la pandemia ha activado espectacularmente dentro del colectivo? El significante-amo, la muerte, encuentra sus fuerzas rejuvenecidas. Esto me recuerda al ejemplo del olvido del nombre Signorelli en La psicopatología de la vida cotidiana de Freud, porque allí encontramos el contraejemplo de un hombre para quien hay algo más importante que la vida misma. Lo dice, es su potencia sexual, ¿y no es precisamente esto el objeto del psicoanálisis?

 

Entre los dos grandes tipos de pulsiones que Freud distinguió en un principio, la pulsión de supervivencia y la pulsión sexual, la primera está ganando ventaja a tal grado que parece haber una disminución de la sexual. No la logra abolir, obviamente, pero cambian su peso en las economías subjetivas. Sobre todo, porque ya sabemos que la llamada revolución sexual que tuvo lugar alrededor de 1968, al menos en Europa, ya no parece representar una gran promesa para el amor sexual. ¿Qué queda de la demanda implícita en la expresión "gozar sin obstáculos" y de la protesta contra la represión moral? El tema ya no está presente en el discurso y, más allá de la liberación de las normas sexuales, otra demanda va en aumento: la elección de la identidad, no sólo social sino sexual, en contra de los veredictos del discurso. Y cada uno es ahora libre de inventar su propia identidad sexual por mismo. ¿Es la posible inminencia de la propia muerte, o de la muerte de los seres queridos, lo que hace sonar las alarmas en el presente? Y sobre las ruinas de las grandes causas del siglo XX, todos y cada uno tienen que preguntarse sobre la vida que llevan, qué harán con ella, por cuánto tiempo, con quién, y qué armas se les han dado para lograrlo, etc.

Esto no es simplemente individualismo egoísta, incluso sienta extremadamente bien con varios compromisos, pero no importa qué bandera enarbolemos, es la vida la que se convierte en el valor-dominante, incluso podría decir el capital dominante, si no tienes nada más que defender. Sin esto, el confinamiento hubiera sido imposible.

Hipnosis masiva

De hecho, se habló de una orden, ya sea justificada o no (ese no es el problema aquí). Una voz dijo: "vete a casa". No en todas partes al mismo tiempo, y con diferencias: Bolsonaro seguramente no es Macron, y Trump no es Merkel, pero finalmente, se dio la orden y todos se sometieron. Sumisión voluntaria. Sin embargo, con un matiz: todos somos solo una gran mayoría -vivimos en una democracia- y la sumisión es sólo semi-voluntaria ya que, para los posibles obstinados, la policía está en alerta. Una voz manda y la otra, cuerpo y sujeto, obedece: esta es exactamente la estructura de la hipnosis actualizada por Freud en 1921. Entonces, debemos preguntarnos, ¿cuál es el hipnotizador? En este caso, es bastante claro: los gobiernos hablan, es la voz del poder político, pero hablan en nombre de otra voz, la voz del conocimiento médico.

 

El episodio COVID es la prueba perfecta de que la medicina científica se ha convertido en el sujeto supuesto saber globalizado de nuestro tiempo. Y esto a pesar de las controversias internas, ya que no se refiere a la ciencia real con sus puntos ciegos y debates, sino a la idea de la Ciencia con una S mayúscula. Es porque creemos en ella, en este sujeto-ciencia-supuesto saber, que obedecer la orden nos parece justificado y que nadie se arriesga a pensar que huele a la servidumbre voluntaria que condenaríamos en caso de obediencia a cualquier otro amo: Führer, Padre de los pueblos (Stalin), o cabeza de familia. El filósofo italiano Agamben tiene razón al usar la frasemedicina como religión”, es el sujeto supuesto saber de nuestro tiempo. Y no es sólo desde ayer que el sujeto supuesto saber es una de las figuras de Dios, ¿no es así? Descartes aludió a ello, Blaise Pascal lo expresó, Einstein lo asumió. Esto se debe particularmente al auge de los avances en biología de estos últimos cincuenta años, una ciencia que, al excluir de su relato todo lo que no es válido para todos, destierra al sujeto no menos que la física. Sin embargo, es mucho más preocupante para los sujetos que para la física porque trata del aparato orgánico que garantiza la vida, la salud, la enfermedad, y, sobre todo, la muerte.

 

Este conocimiento seduce al amo político, ya que el estado proporciona el dinero. Ahora son el cerebro, los genes, las hormonas, etc. los que son supuestos de controlar nuestros afectos, conductas, e incluso lo que el psicoanálisis llama síntomas, que solía llamarse examen de conciencia/búsqueda de alma (soul searching). Pero ya no tenemos alma, tenemos genoma, neuronas, hormonas, etc., y nos sentimos "fuera de orden", "cruzamos nuestros cables", está "en nuestros genes", etc. No es de extrañar entonces que veamos que la maquinaria del Estado sigue su ejemplo, que la universidad se deshace de los psicoanalistas, al menos en Europa, y que la salud mental necesita que los hospitales sean rentables como las empresas.

 

No me cabe duda de que, en lo que se basaba la eficiencia de la voz que nos decía "quédate en casa", la voz del amo político apuntalado por la medicina científica, era en esa generalizada -o casi, como todavía hay algunos obstinados- transferencia a esta medicina que toma su poder libidinal precisamente del significante-amo absoluto, que es... “muerte”. Quédate en casa, o de lo contrario...

Higienismo generalizado

Esto parece bastante normal, pero no lo es, y no siempre ha sido así. Hubo el tiempo de los verdaderos amos, cuando las personas a veces se enfrentaban alegremente a la muerte por orden suya. Y mucho antes, pienso en la Antígona de Sófocles -para ella, la muerte no es un significante-amo absoluto-, hay algo más importante, la inscripción en la genealogía que requiere una tumba. Incluso hoy en día, es posible no querer vivir a cualquier precio, no tomar la supervivencia como el objetivo principal de uno. Obviamente, esta no es una opción común, en cualquier caso, no es la elección de la mayoría. Este cambio demuestra lo que "se abre paso en las profundidades del gusto" como dijo Lacan (en Kant con Sade). Es decir, lo que se retuerce, lo que se mueve en lo tácito de las mentalidades que determinan las elecciones existenciales de cada época.

 

El gusto es mejor que la mentalidad porque comienza con la boca, con el cuerpo y sus necesidades vitales como sus placeres eróticos, y concierne a todos los aspectos de la vida, desde la percepción de lo que vemos y escuchamos hasta nuestros valores más íntimos. Comienza con el cuerpo, pero también proviene del discurso, y parece que, en el programa de gustos de hoy, otro trauma que induce ansiedad se ha unido al sexual. Estas ansiedades se encaminan a un nuevo higienismo generalizado, pseudo-universalizador, y basado en el miedo.

 

El higienismo ha sido demostrado por el nazismo de la manera más desastrosa, pero en una forma específica, ya que estaba reservado para la raza superior. Los arios, cuyos cuerpos hermosos y sanos tenían que ser cultivados, mientras que al mismo tiempo la eugenesia tenía que lidiar con los demás, los llamados degenerados, judíos, gitanos y homosexuales. Nuestro higienismo hoy es de un tipo completamente diferente, es democrático y benevolente, quiere nuestra buena salud, una vida sana, longevidad para todos, y va de la mano con la lucha contra la contaminación y la defensa del planeta. No comenzó con el coronavirus. Sus consignas han estado circulando durante mucho tiempo de una manera bastante amable en forma de todos esos buenos consejos para la vida cotidiana, diciéndonos que comamos bien, durmamos lo suficiente, advirtiéndonos contra excesos mortales como fumar y beber para que podamos vivir hasta una edad avanzada, o más plenamente, etc. Es obvio que la urgencia primordial es la supervivencia individual y colectiva.

 

Creo que aquí es donde estamos parados. ¿Cómo podría no verse afectado el psicoanálisis? Es una marejada -que necesita ser reconocida sin incriminar a individuos- en la que el psicoanálisis se distingue una vez más, y tal vez más que nunca, porque, aunque también funciona para el uno por uno, estos son singulares, cada uno único.

 

Hay más, sin embargo: la dimensión epistémica del psicoanálisis. Sin un deseo de conocimiento no hay psicoanálisis -para obtener una medida de esto sólo hay que seguir los pasos de Freud cuando descubrió el inconsciente-. El hombre con un inconsciente ya no es el hombre del que siglos de filosofía moral nos habían hablado. Se ha convertido en un sujeto dividido, lo cual es menos halagador. Pero este no es el mismo conocimiento que en la ciencia. De esta última, esperamos un impacto poderoso en el colectivo, avances técnicos, en cualquier caso y a veces "progreso", como dicen. Un análisis ciertamente puede ser didáctico y lo es, de hecho: el analizante es enseñado. Pero el conocimiento adquirido difícilmente promete un mayor poder.

 

Toda la pregunta es, por lo tanto, si las bio-urgencias y las angustias de supervivencia de nuestro tiempo dejan suficientes chances a la orientación ética del psicoanálisis que supone el deseo de saber, especialmente cuando la religión ya pudo haberse ocupado de las promesas.

 

Traducción del francés: Ofelia Brozky
Corrección y revisión: Gonzalo López, Rodrigo V. Abínzano y Juan Manuel Moraña



[1] Conferencia dictada, modo on-line, el 28 de mayo de 2021 para el Museo Sigmund Freud. Su versión original en francés puede verse en www.youtube.com

 



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